Y no me refiero al libro, sino al mito: al mito del vampiro, tan denigrado, destrozado, humillado y olvidado (gracias, Meyer) que me veo imposibilitada para subirle la nota a cualquier película de la saga Crepúsculo. Este «Amanecer - Parte 1» mejora en mi opinión respecto a las anteriores (algo que no es demasiado difícil), por el simple hecho de que hay algo más de seriedad en la forma de contar la historia y en el tratamiento de los personajes, pero como todo lo demás es tan chorra y con tan poco encanto, se queda con el suspenso.

Bill Condon hace un correcto papel detrás de la cámara, deteniéndose en las emociones de los personajes con cámara en primer plano que a mi personalmente me gusta bastante: la escena de Bella mirándose al espejo mientras se baña, por ejemplo, es sólo una muestra. Los diálogos, eso sí, siguen siendo horrorosos; igual de horroroso que todo el universo crepusculero con vampiros adolescentes reconvertidos a super héroes, sin ninguna trascendencia y sin un ápice de oscuridad. El mito del hombre lobo tampoco sale muy bien parado, pero al menos eso de la «imprimación» es bastante romántico en el sentido amplio de la palabra: el amor predestinado no deja de tener su emoción.

Si te tomas todo a risa, seguro que pasas un rato entretenido. Y desde luego, mejor ponerse la peli, que leerse los libros. Yo sólo pude, haciendo acopio de una fuerza de voluntad que no creía tener, leerme el primero de la saga: una auténtica bazofia que no debería haber llegado ni a las editoriales. El éxito de Stephenie Meyer sí que es un fenómeno paranormal, mucho más misterioso que el mismísimo Edward Cullen y su glamurosa familia. Terrorífico.