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España España · Málaga
Voto de Kaori:
9
Drama Asturias, principios del siglo XX. Don Rodrigo de Arista Potestad, Conde de Albrit, Señor de Jerusa y de Polán, creía saber qué era el honor. Hasta que regresó de América viejo, casi ciego y arruinado. A su llegada descubre un amargo secreto: una de sus dos nietas -Nelly y Dolly- es ilegítima, no lleva la noble sangre de su familia. (FILMAFFINITY)
7 de septiembre de 2014
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
La estaba esperando y se me ha aparecido. Sabía que tenía que existir, que debía andar por alguna parte la obra maestra de Garci. Este señor siempre me ha inspirado confianza pese a algún que otro batacazo y con «El abuelo» de 1998, a la espera de continuar con otros título que pueden ser interesantes, creo que ha tocado el cielo.

Una película preciosísima desde el minuto uno al ciento cuarenta, larga desde un punto de vista objetivo pero tan suave, tan bien montada y compuesta, tan hermosa que si durase más no importaría. Una fotografía que deslumbra, un cuadro de colores salvajes con un sentido artístico inconfundible, apenas soñado; esa secuencia de la playa al atardecer con las niñas y la condesa caminando por la orilla nos deja sin palabras, aunque de estas hay unas cuantas, por no decir todas las que muestran paisajes. Banda sonora que no necesita variarse porque es justo esa melodía, unida a la excelente Gymnopédie Nº 1 de Satie, la que tiene que sonar siempre. Un guión que te desarma por su hondura de emociones, por su intensidad de palabras e ideas, por su incansable reflexión sobre el paso del tiempo, el amor y la pérdida, que es lo que caracteriza a ese personaje para la historia del cine español que es don Rodrigo, con la barba pelirroja de un enorme Fernando Fernán-Gómez que tiene la fortuna de que no le doblen. No sé a qué viene esto de cambiarles las voces, como si a Rafael Alonso le hiciera falta. Cayetana Guillén Cuervo está normal pero, por algún motivo, resulta perfecta y las pequeñas Cristina Cruz y Alicia Rozas son, sencillamente, ángeles.

Quien destaca por su protagonismo y trascendencia es el abuelo, claro. Un hombre de corazón de león que representa un conjunto de valores y principios que, por supuesto, la modernidad, la de entonces y la del presente, ha abandonado. Esa sensible visualización de la pérdida es tan desgarradora que prometo que no he dejado de llorar por lo menos en una hora, seguro que más. Qué impactante es asistir a la triste, digna y nostálgica decadencia de un hombre que en el pasado tenía poder, una esposa a la que amaba y le amaba, un hijo adorado al que ha visto morir, una fortuna, un nombre, el respeto de sus vecinos; presenciar la ingratitud, la desvergonzada traición de su nuera, la duda entre el bien y el mal, entre el amor y el honor, de este anciano pobre y solo que lo ha perdido todo. Es imposible no quererle con ternura y no acompañarle en ese proceso en el que tendrá que distinguir entre el honor hueco, para algunos estiércol, y el verdadero honor, el importante, de un verdadero caballero. De hecho, cuando Dolly pregunta en un momento dado qué es el honor, mi respuesta sería fácil: el honor, querida niña, es tu abuelo.

Un clásico de nuestro cine. Una maravilla cinematográfica.
Kaori
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