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España España · Málaga
Voto de Kaori:
8
Drama Tres jóvenes, Jim Stark, Judy y Platón, coinciden en una comisaría. Cada uno está allí por un motivo distinto: Jim está borracho, Judy se ha escapado de su casa y Platón acababa de matar a tiros a unos cachorros. El inspector Ray descubre que los tres mantienen una relación conflictiva con sus familias. A Jim y a Judy los van a recoger sus padres, pero Platón, hijo de una pareja divorciada, tiene que conformarse con la visita de la ... [+]
11 de mayo de 2012
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
No doy crédito a lo que leo. Cuántas críticas y opiniones negativas, y además bien valoradas. Definitivamente, el mundo va por un lado y yo voy por otro. ¿Seré también una rebelde?

Rondaba el año 1955 y dicen que el rodaje fue algo caótico. Más tarde se convertiría en maldito por el trágico y prematuro fin que tuvieron los tres protagonistas de esta historia de pequeñas humanidades en el vasto universo.

A través de Judy, Jim y Platón asistimos al engranaje de una sociedad cualquiera, en una localidad cualquiera, con familias corrientes y vidas corrientes que, precisamente por eso, son atemporales y comunes a todos. El conflicto generacional, la desesperada necesidad de valores firmes y referentes sociales; el amor, la amistad, el miedo a la soledad, el dilema del honor, la valentía y la dignidad; las consecuencias de nuestros actos, la mentira, la verdad, lo correcto e incorrecto... son sólo algunas de las ideas que se insertan en un guión complejo de diálogos brillantes.

Además, diría que en esta película todo es mítico. James Dean es mítico, en cada movimiento, vestuario, mirada y frase; atención a ese «Podría morir mañana» que suelta en un momento dado. Pone los pelos de punta. La atmósfera roja es mítica, destacando siempre el abrigo rojo, la chaqueta roja, los labios rojos y el calcetín rojo. Platón y sus miradas entre lo paternal y lo amoroso a James Dean son míticas. La carrera de coches es mítica por su impacto, su nihilismo y por su puesta en escena. La botella de leche sobre el rostro acalorado de James Dean es mítica por la extraña sensación de absurda borrachera e infantilismo. Los coches descapotables, las faldas de vuelo, las chupas, los cigarros bien fumados, las navajas desenfundadas, el planetario... son míticos porque tienen fuerza, tienen belleza, tienen eso que yo llamo «alma» y es imposible de definir. ¿Arte? ¿Clase? ¿Puro talento?

Tampoco podemos olvidar las interpretaciones. James Dean, que no entiendo que no pueda gustar, es un actor que no volverá a repetirse. No digo que es el mejor; simplemente es distinto, con una personalidad que llena la escena, se mete dentro y la transforma. Me quedo para siempre con la discusión que mantiene en casa después de la carrera; escena de una intensidad y una provocación que hoy por hoy se ha perdido. Natalie Wood y Sal Mineo están sensacionales.

Nicholas Ray hace un papel soberbio detrás de la cámara, como se puede suponer. El principio en la comisaría, por ejemplo, es ya casi prodigioso. Y así, el resto de película, plagada de momentos excelentes. El desenlace es algo discutible por su radicalidad, pero tiene su sentido dentro de la historia.

Qué más puedo decir, si es que me ha encantado. Cine clásico que sigue tan vigente, o incluso más, que el primer día, y quien no lo entienda o no quiera verlo, allá él. Verdaderamente imprescindible.
Kaori
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