«Queimada» es bastante didáctica. El problema es que tiene ese estilo naturalista de la época que hay que saber hacer muy bien para que funcione, lo que no logra Pontercorvo, y además te está contando una milonga que no sé a quién podrá emocionar.

Nos encontramos en la ficticia isla de Queimada dominada por la Portugal colonial, adonde llega un súbdito del Imperio británico para desestabilizar la isla y que los nativos se rebelen. Realmente hay que decir que el personaje de Sir Walter Walker es el verdadero eje de esta historia: no solo es que sea el impresionante Marlon Brando, sino que todas sus argucias y toda su inteligencia son merecedoras de admiración. Ahora bien, lo que hace este señor es liarla parda en Queimada.

Pontercorvo tiene un mensaje claro: el ensalzamiento guerrillero de la pretendida lucha por la libertad frente al opresor. Lo respetaría, aun estando en total desacuerdo, si al menos nos explicara valiente y racionalmente cuál es su propuesta una vez los negros ganen a los blancos. Yo quiero saber qué civilización quiere construir José Dolores. Que hable y no se quede callado como un bobo. Que nos lo exponga.

Por supuesto, no hay explicación, no hay alternativa, no hay discurso, no sé si porque realmente no se sabe lo que se defiende excepto el odio mortal a lo blanco o porque el autor no se atreve, que lo dudo. Intuimos algo parecido al marxismo, al anarquismo, no sé, pero todo es suponer porque a la hora de la verdad, ¿qué fundamentos tiene esa nueva nación? Como se ve en un momento dado de la película tras la revolución, un país necesita cerebro, conocimiento, cultura, más allá de una buena o mala idea.

Y este José Dolores, a quien me lo quieren pintar como un héroe, es un soberano ignorante que se cree superior, un asesino, un egoísta que sacrifica a su pueblo, un bárbaro, un inútil, un racista; porque el odio hacia la raza blanca y todo lo que representa, que queda siempre muy guay y progresista, es también racismo.

En fin, tiene su punto para debatir un poco de política.