Estoy pensando ahora mismo que la verdadera magia de esta película son los cincuenta años de Keanu Reeves y su eterna juventud. Siendo sinceros, se le nota un pelín más mayor, pero ni por asomo el medio siglo de vida que lleva sobre sus anchas espaldas. No me digáis que no.

Opiniones divididas para «La leyenda del samurái», película que nos cuenta, aunque a la manera hollywoodiense, la historia nipona de cuarenta y siete ronin que se vengaron de los asesinos de su señor. Que estuviese basada en un hecho real, yo no lo sabía, así que asistí al desenlace con bastante mala uva, por mucho que mis amigos me insistieran en que era todo muy coherente. Mi respuesta era que lo coherente podría haber sido en realidad esto y lo contrario, pero que «el hechos reales» obliga a lo que obliga. Además, será todo muy coherente, pero también difícil de comprender, tolerar, sentir y alabar, amén de bastante feo. Las formas que toma el concepto de honor han cambiado y cambian de una cultura y de una época a otra, así que para que nosotros los occidentales entremos en ese mundo de suicidios rituales y justicia japonesa medieval, nos tienen que ofrecer el plus de una historia que tenga el pulso, el sentido, la universalidad y el corazón necesarios para que el drama haga que nos identifiquemos con él. No ocurre así en esta película, demasiado limitada a un momento, una leyenda, una idiosincrasia determinadas, y con un guión pobre y plano.

Imperdonable que el personaje de Keanu Reeves, Kai, no aporte nada de nada, y se supone que es el protagonista. Pensemos en él un instante y comprenderemos que si no existiera, todo sería igual, sólo que más corto. Decepcionante. Los demás, invisibles; los villanos, olvidables; los amigos, floreros. La historia de amor es quizá lo más bonito, ya que realmente se dicen palabras muy románticas. La acción es discreta, aunque no moleste, y los aspectos visuales me dejan indiferente porque, como ya he dicho otras veces, un paisaje por CGI transmite poca cosa. Todo lo relacionado con lo mágico y esotérico, insignificante, incluida la bruja y sobre todo esos señores del bosque llamados tengu. Por supuesto, cualquier parecido con la mitología oriental es pura coincidencia. No me explico que teniendo todos los datos, descripciones, detalles e historias sobre los seres fantásticos, que es algo maravilloso, se recurra a la reinvención del mito desde la más completa y ofensiva incompetencia.

Los minutos no se hacen muy pesados y ver el mundo japonés suele ser hermoso, pero «47 ronin» tiene más intención que convicción. Quizá el buen y emocionante cine de aventuras también sea una historia del pasado.