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Voto de Jark Prongo:
8
6,3
189
Terror. Drama
Las relaciones de un matrimonio formado por Carlos, un hombre de negocios importante, triunfador, pero también voyeur y masoquista, y Andrea, hija de aristócratas en decadencia que trata a su marido con el distanciamiento de clase superior, como miran los nuevos ricos. Los dos deciden salir con el yate. La llegada de dos desconocidos, invitados por Andrea, muy pronto se convertirá en algo explosivo. (FILMAFFINITY)
21 de julio de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La única película dirigida por el fotógrafo y publicista Leopoldo Pomés es toda una rareza del parque fílmico español que, si bien se puede enmarcar en las peculiares sexplotations que abundaron durante la transición, aquel Cine S de inconfundible aire mediterráneo e inevitable tono chocarrero, termina por ser una obra mucho más audaz no exenta de cierto componente experimental, en cierto modo casi a la Radley Metzger. Narra la salida en yate de una pareja adinerada en la que él ejerce de sumiso y ella de dominadora, roles en los que parecen desenvolverse de forma cómoda sin querer intercambiarlos o transgredirlos para nada. Dichos roles vienen determinados no por elección de cada uno de ellos sino por la cantidad de dinero que presenten sus cuentas corrientes, de tal forma que a mayor cantidad de ceros a la derecha se es quien domina y viceversa. Será ya en la barcaza cuando ella invite a subir a otra pareja que se les acerca en una pedalera, pasando los invitados de ser una molestia sin más a convertirse en una amenaza seria para su integridad: amordazan y maniatan al hombre e inician un juego – para ellos- de vejaciones y humillaciones para con la mujer que les delata como grandes admiradores del Saló de Pasolini y Don Melitón Manzanas.
Todo aquí es raro. Desde el fetichismo del hombre con su propia mujer, a la que cosifica de contínuo haciéndole innumerables fotos, a la manera tonta en la que irrumpen los agresores en eso microclima de la alta burguesía que es su barca; ni siquiera entran de forma violenta, pues son invitados por la acaudalada pareja, acceden a lo vampiro. Y encima uno de los elementos externos, en principio mujer, se descubre con más polla que cualquier otro humano de a bordo. Unos violentos casi seguro homosexuales a los que la mujer vejada solo puede acertar a gritarles ”maricones” cada vez que la impotencia la supera, siendo más vulgar y soez que ellos, en primera instancia los de clase baja pero luego –al menos en el caso de los travestidos- mucho más sofisticados que ella, tanto en nociones de clase y bon vivantismo como de protocolo y sometimiento de terceros: lo que la mujer aplica en su día a día sobre su pareja ya decíamos que se infiere que es fruto de tener una posición social más elevada que la de él, mientras que lo de los agresores es un mero juego exento de todo clasismo.
Todo aquí es raro. Desde el fetichismo del hombre con su propia mujer, a la que cosifica de contínuo haciéndole innumerables fotos, a la manera tonta en la que irrumpen los agresores en eso microclima de la alta burguesía que es su barca; ni siquiera entran de forma violenta, pues son invitados por la acaudalada pareja, acceden a lo vampiro. Y encima uno de los elementos externos, en principio mujer, se descubre con más polla que cualquier otro humano de a bordo. Unos violentos casi seguro homosexuales a los que la mujer vejada solo puede acertar a gritarles ”maricones” cada vez que la impotencia la supera, siendo más vulgar y soez que ellos, en primera instancia los de clase baja pero luego –al menos en el caso de los travestidos- mucho más sofisticados que ella, tanto en nociones de clase y bon vivantismo como de protocolo y sometimiento de terceros: lo que la mujer aplica en su día a día sobre su pareja ya decíamos que se infiere que es fruto de tener una posición social más elevada que la de él, mientras que lo de los agresores es un mero juego exento de todo clasismo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Ensalada Baudelaire no es que sea un film que presenta puntos en común con la sublime Funny Games de Michael Haneke, es que directamente el austríaco sacó su película de esta, es un canteo. Desde el amaneramiento de los violentos -y lo imposible que es terminar de enmarcarlos en una clase social determinada- al descubrimiento del perro muerto pasando por esa manera amoral de jugar son demasiadas coincidencias como para pensar que Haneke no escribió del tirón su libreto tras ver esta película, máxime si se sabe que Ensalada Baudelaire se distribuyó en EEUU y otros países. De hecho, el brillantísimo film se cierra con una terna de finales hipotéticos -que son mostrados del tirón tras el primer final- que se antojan un mecanismo detonante de las cavilaciones que introdujo Haneke sobre el público que vería Funny Games, la clase social de éste y cómo afectarían en él maniobras tipo Arno Frisch girándose para guiñarles un ojo o un mando a distancia evitando un final alternativo que rompiese los códigos del género y los planes de la pareja de hijos de puta amabilísimos. Triple final con una sorna y guasa considerable contra las clásicas voces feministas que en esa época boicoteaban todo estreno de Lucio Fulci, Joel M. Reed y cualquier otro autor al que considerasen misógino por la naturaleza de sus ficciones, o lo que es lo mismo, un lucidísimo mecanismo de anticipación contra el espectador que a buen seguro es idea de Román Gubern, guionista de la película y especialista en estas lides por su excepcional conocimiento del medio fílmico.