Intente verse inmerso en la siguiente situación:

- ¡Hey chicos!, ¿que pasa? ¡Tengo un nuevo plan chiripifláutico con el que lo vais a flipar!
(Empezamos a ver caras de estreñimiento)
- Venga hombre, alegrad esas caras, ¡no me digáis que no confiáis en mi plan megaguay!
- ¿Y cual es su plan, señor?
- ¡Pues la verdad es que no estoy seguro tronco!, pero tranquilo que fijo se me ocurre algo mientras parloteamos.
(Estupor)
- Quizá la mejor solución sería pactar con la empresa X para volver a obtener los suficientes beneficios. Eso sí, el pacto lo cerraremos en 5 min., a lo Hollywood style.
- Ostia colega, pues tu idea me gusta ¡eh!, serás mi adjunto guay, y además le tiraré los tejos a tu hija.
- Interesante, interesante.
- Si ejque... molas mazo tío


Acto seguido, intente ver a los siguientes personajes inmersos en una misma historia

• Niñato pijo y megaguay con amplio vocabulario moderno

• Niñita de papá con escasez de neuronas y bonito cuerpo

• Papá divertido, receptivo y muy malote


En último lugar, aúne todos esos elementos en un mismo film: Situaciones inverosímiles y carentes de forma, de sustancia, prácticamente nulidad para crear personajes fuera del estereotipo e incapacidad para llevar con seriedad una obra con suficientes ejes tras de sí como para serlo.
Y por mucho que el final resulte interesante, alejado de tópicos y Dennis Quaid se marque un papel de los grandes, nada libra este juguetito de caer en un nuevo saco roto de promesas sin cumplir.