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Voto de Anibal Ricci:
10
8,2
13.035
Drama
Una pareja de ancianos viaja a Tokio para visitar a sus hijos, pero ninguno de ellos tiene tiempo para atenderlos, por lo que deciden enviarlos a un balneario. Cuando regresan, la madre pasa una noche en la casa de una nuera, viuda de uno de sus hijos. A diferencia de sus cuñados, Noriko muestra afecto por sus suegros y conforta a la anciana. (FILMAFFINITY)
11 de enero de 2017
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
La estética de esta película es exquisita. Planos fijos donde personajes entran y salen de escena, diálogos que los enfrentan, montaje a la usanza del ruso Eisenstein. Una pareja de ancianos (Shukichi y Tomi Hirayama) conversa de espaldas mientras la cámara los filma de perfil. Provienen del puerto de Onomichi, situado a muchos kilómetros, han llegado a Tokio con el objeto de visitar a sus hijos. Ozu sitúa el punto de vista en estos abuelos, los hijos les dan una fría bienvenida, los nietos son unos maleducados. No sólo los separa la distancia, sino también los muertos de la guerra, ellos provienen de la provincia y Tokio es una urbe donde sus habitantes, en busca de progreso, se desloman trabajando. Para el director Tokio es el telón de fondo, sus edificios son mostrados por escasos segundos. La conversación transcurre al interior de las casas, donde una cámara situada a ras de piso es testigo de diálogos intrascendentes, los hijos no tienen tiempo para desperdiciar con los viejos, los envían a un balneario de jóvenes donde apenas podrán dormir. Estos ancianos no quieren molestar, pero deciden volver para huir del ruido. Noriko (esposa de su difunto hijo) les brinda atención y los llevará a recorrer las calles de Tokio. Ozu utiliza el silencio para evidenciar la distancia emocional, los viejos observan el paisaje, descansan sobre el pasto, un breve travelling los filma de espaldas, caminando junto a un muro que los separa de sus hijos, de la ciudad y sus fábricas.
A pesar de su belleza, las imágenes ofrecen un tono melancólico, de gestos que desnudan incomprensión, donde los silencios son más significativos que los diálogos. La aparente simplicidad de la historia esconde conflictos de gran espesor narrativo. Existe distancia geográfica y afectiva, los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial han minado las costumbres ancestrales, el boom económico de la recuperación no es más que un espejismo.
A pesar de su belleza, las imágenes ofrecen un tono melancólico, de gestos que desnudan incomprensión, donde los silencios son más significativos que los diálogos. La aparente simplicidad de la historia esconde conflictos de gran espesor narrativo. Existe distancia geográfica y afectiva, los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial han minado las costumbres ancestrales, el boom económico de la recuperación no es más que un espejismo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Shukichi se emborracha con los amigos, uno ha perdido los hijos en la guerra, mientras Shukichi le confiesa que también está decepcionado porque sus hijos viven en barrios periféricos. Tomi (su esposa) sostiene un diálogo profundo con Noriko. A pesar de no ser hija de ellos, es la única que muestra una preocupación genuina, les tiene cariño, luego de enviudar no ha vuelto a casarse. Su casa es modesta, pero los atiende como reyes. Tomi ha estado sufriendo mareos, no parece nada importante, pero algo en su cuerpo expresa cierto malestar. El retorno a Onomichi empeora su salud y los médicos pronostican una pronta muerte. Los hijos acuden a verla en sus últimos minutos, luego la velan y asisten al funeral. Dejan al padre en compañía de Noriko, la única que lo acompaña en ese doloroso trance. Shukichi le pide que se case y reanude su vida, le agradece su bondad y reprocha a sus hijos, la distancia que los separa es insalvable.