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Voto de Anibal Ricci:
10
Drama Gran Bretaña, en un futuro indeterminado. Alex (Malcolm McDowell) es un joven muy agresivo que tiene dos pasiones: la violencia desaforada y Beethoven. Es el jefe de la banda de los drugos, que dan rienda suelta a sus instintos más salvajes apaleando, violando y aterrorizando a la población. Cuando esa escalada de terror llega hasta el asesinato, Alex es detenido y, en prisión, se someterá voluntariamente a una innovadora experiencia de ... [+]
27 de diciembre de 2016
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
«El hombre debe poder decidir sobre el bien y el mal, incluso si opta por el mal. Negarle esa elección es convertirlo en algo que no llega a ser humano, en una naranja mecánica», pensaba el director ante su creación. Obra adelantada a su época, casi todos sus vaticinios respecto de las pandillas, las drogas y la violencia se han vuelto realidad. Se trata de una visión bipolar, en todo momento Kubrick contrapone el bien al mal, la belleza a lo repulsivo, el «buen salvaje» al hombre intrínsecamente perverso. La música juega un papel principal ya desde los créditos, aderezando escenas brutales con melodías clásicas. La versión sintetizada de Wendy Carlos es asociada automáticamente al rostro de Malcolm McDowell, Alex, un joven al margen de la ley movido por sus dos pasiones: la violencia y Beethoven. Lo oscuro y lo celestial se mezcla desde los primeros minutos: beben leche, pero hablan en jerga; escuchan buena música, pero también patean vagabundos, violan mujeres e incluso Alex llega a cometer un asesinato. Kubrick utiliza planos limpios como los del auto en la carretera, Alex obligado a ver películas o las representaciones teatrales del método Ludovico. La dualidad también se manifiesta a través del protagonista, un ser carismático y líder natural ante sus amigos, el espectador no sabe si horrorizarse o sentir simpatía por sus actos. Los procedimientos carcelarios hacen referencia al fascismo, pretenden castigar la violencia con más violencia y apelar al orden de unas normas más estrictas que las de la sociedad. Nos muestra a un estado (supuestamente) benefactor al cual poco le importa el libre albedrío de los presidiarios. El gobierno espera que el método Ludovico transforme a los delincuentes y que el dolor físico los persuada a obrar bien por imposibilidad de hacer el mal. Se trata de una tortura psicológica donde entrecruzan el placer de la música con imágenes de violencia extrema, otra vez la visión bipolar, pretendiendo simplificar la existencia del bien y del mal instrumentalizando al prisionero.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Anibal Ricci
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