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Voto de Cinéfilo de mierda:
6
Serie de TV. Comedia Serie de TV (2016-). 3 temporadas. 16 episodios. Paquita Salas (Brays Efe) fue la mejor representante de actores de los años 90. Ahora todo ha cambiado… pero ella no. Cuando su actriz más conocida la abandona inesperadamente, el mundo de Paquita se tambalea. Ello hará que se lance a buscar a un nuevo talento que vuelva a ponerla en el lugar de la profesión que merece, mientras va encontrando su lugar en la vida y en su profesión. (FILMAFFINITY) [+]
27 de julio de 2018
13 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
La intro de la segunda temporada de “Paquita Salas” está interpretado por Rosalía. En conjunto, define muy bien las intenciones de Javier Calvo y Javier Ambrossi en esta nueva temporada: su voz aterciopelada dispara la carga emocional de la canción, las imágenes que la acompañan homenajean todo un universo icónico y, para colmo, terminan de asentar a Los Javis como los principales artífices de toda una generación. Esta obra es una bomba millennial, y está destinada a ese público de manera explícita, desde el primer video de promoción de su segunda temporada. Me alegra que la industria no tema apostar por un proyecto con un target tan marcado; pero me pregunto hasta qué punto la obra puede resultar interesante para otro tipo de espectadores y espectadoras.
La segunda temporada, narrativamente, cuenta con un comienzo impecable. Al margen de la escena “me cago en España”, los primeros minutos nos presentan tanto a los personajes principales, encarnados por Brays Efe y Belén Cuesta; como la nueva situación a la que se deben enfrentar: PS Management está en números rojos, Paquita ha sufrido una especie de traición profesional –similar a la de Macarena García, pero con matices-, y recurren a la ayuda de una coach para canalizar todas sus frustraciones. Los Javis hacen uso del estilo “falso documental”, muy similar a “Modern Family” o el genial “Vincent Finch: Diario de un ego” –al que Paquita Salas le debe MUCHO, MUCHÍSIMO-, para señalar las peculiaridades de los personajes y sus respectivos roles en la relación. Es cierto que este rollito es muy permisivo, pero en los cuidadísimos diálogos se nota el talento de los creadores para desarrollar historias y para crear personajes.
Las desventuras de Paquita nos llevan por calendarios solidarios, por telenovelas españolas y festivales de pueblo; todo con ese aire que camina entre el glamour y lo castizo, poniendo en valor la vulgaridad y lo pragmático, y huyendo de todo lo que no sea natural. Lo natural es el centro de la obra, y de este modo vemos a actrices admitiendo que no las conoce ni dios, representantes sin devoción alguna, ídolos caídos en desgracia y todo un conjunto de elementos que nos muestran el lado más desconocido del cine y la televisión. Puede desentonar que, de fondo, contemos con ciertos mensajes herederos de toda esa ola super correcta de los 80/90, pero la actualización por la que han pasado hace que se sienta algo nuevo. Así, tenemos un obvio “no temas decir lo que piensas”, precedido de un ME CAGO EN ESPAÑA; un canto a la solidaridad que no teme mostrar la cara B de las personas con discapacidad, un “hazlo a tu manera” que luego se transforma en un “hazlo y calla” o una redención que no deja de lado el orgullo personal.
Sin embargo, el centro de esta obra no es la historia ni el mensaje. El centro es la propia Paquita, el personajazo que asaltó los premios Goya y se codeó con los niños de Stranger Things. Un personaje que rompe la cuarta pared constantemente, que trasciende, que se muestra transparente al público y que, en esta temporada, nos muestra sus flaquezas. Paradójicamente, el foco se encontrará desplazado por momentos, llegando incluso a ser eclipsada por una Lidia San José, haciendo de sí misma, que no llega a alcanzar la fuerza necesaria en determinado capítulo –suerte de sus acompañantes… Llama la atención la necesidad de los Javis por incluir cameos alocadamente, como si temieran que su personaje principal no fuera capaz de sostenerse por sí misma. Es divertido verla interactuar, sí, pero habría agradecido que le dejaran algo más de espacio.
Por otro lado, y esto lo considero lo peor de lo peor, nos encontramos con muy poca imaginación a la hora de desarrollar cada uno de los episodios; repitiendo la estructura de la forma más tosca posible. Es cierto que son poquitos, pero no hay el que se libre: el problema suele surgir de forma explícita a los 4-6 minutos, se intercala con una trama secundaria ligerita y se soluciona con una catarsis videoclipera con música indie de fondo a toda leche. Y además, con letra, encargada de reforzar lo que los espectadores deben sentir. En algunas está la cosa más forzada –agredir al dependiente de una tintorería por el vestido de Ana Obregón me parece excesivo-, en otras está mejor llevado, pero en general es una práctica algo negativa que espero que se solvente en una tercera temporada que viene fuerte.
Cinéfilo de mierda
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