Lo que supo llenar las salas de cine como un homenaje al Dios del volante, de a poco se fue transformando en una saga de culto y termina pidiendo casi de rodillas que esto termine ya, y que solo se recuerde el fuego que supo tener en algún momento, pero que ya está totalmente extinto y del cual solo quedan cenizas.
Aburre en todos los aspectos, los diálogos y las situaciones se repiten, siempre al borde de un precipicio al que nunca cae porque siempre aparece ese piloto salvador que logra hacer "esa" maniobra imposible, la verdad que por momentos se vuelve cómica.
La reputación que precede a Louis Leterrier también se desmorona al intentar salvar una saga que ya sobrepaso largamente el duelo de su propio final, y, sin embargo, sigue agonizando.-