Comedieta amazónica que tiene la gracia en las ingles... brasileñas. Y drama ecologista con golfista retirado (aunque vaya de eminencia intelectual, no es más que un triste jubilado marbellí aprovechándose, explotando sin escrúpulo ninguno, de los pobres indios a los que supuestamente ayuda el muy truhan y zascandil) que nos cuenta en clave científica (la del Doctor Bacterio nada menos) la desaparición implacable de la selva. También, una historia sentimental (tutelada, con la santa aprobación, por la Doctora Francis) que nos rompe el corazón en dos entre el abuelete Connery, melena y coleta al viento, buenazo torturado se quiere hacer pasar, pero no cuela de ninguna manera, y la jacarandosa y guapa Bracco, perdida, atontada entre los lánguidos efluvios amorosos del más famoso escocés y el zarrapastroso guion perpetrado por gente sin alma; veinticuatro años les separan, pero ya sabéis que el amor no tiene edad si es de verdad, más si es en la jungla que apunta a tan peligrosa. Y, finalmente, un bobo canto a la naturaleza y los indígenas, entreverado chuscamente con la grotesca, aberrante búsqueda de un remedio contra el cáncer.
Ya podéis observar con enorme placer que temas no es que les faltan; otra cosa es el cómo están contados, de pena, entre el bochorno y el sueño; una serie de tonterías buenistas, tópicas y condescendientes masacradas por diálogos "ingeniosos" y muy papanatas, y llena de aventuras menos emocionantes que el llanto desesperado de una lagartija (no Nick) tras días sin comerse un miserable mosquito.
Como poner "La reina de África" al sol durante meses, además de disecarla y rayarla con una cuchilla oxidada y mucha saña, para finalmente mezclarla con "¡Ja me maaten...!; pero todavía peor, mucho más adocenada e innecesaria.