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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
2
Drama Cuatro historias sobre la fortaleza moral y la pena de muerte que cuestionan hasta qué punto la libertad individual puede expresarse en un régimen despótico. (FILMAFFINITY)
22 de enero de 2023
1 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las bolsas.
Se queja del empleado la mujer, se queja el hombre de la mujer, se queja la niña del padre, se queja otra vez la mujer de otro según ella tan incompetente, llegan a casa y se queja la madre de la hija. La única que parece que no se queja es la abuela.
Van y vienen.
El taburete.
Unos hombres jóvenes duermen, o lo intentan por lo menos, juntos, están haciendo el servicio militar, eso parece. Uno de ellos está muy preocupado, se caga por la pata abajo, y habla con la novia por el móvil todo el rato, cada dos por tres con el teléfono. Un compañero gordo se queja mucho de él, de su actitud cobarde, pusilánime y latosa, de niño mimado que no ha roto un plato, un sin sangre. Ese mismo compañero que estaba a un metro de las continuas conversaciones del protagonista de este tramo o relato con su citada novia, en un suspiro se vuelve a quejar por enésima vez de él, rezonga, y le recrimina, sí, al mismo, a ese, al que llevaba toda la noche de cháchara con su ya muy citada novia delante de él, que no llama a nadie, que es una vergüenza, que por lo menos llame a su novia de una vez por todas, que ya va siendo hora, y no lo dice en broma, no sonríe, no es sarcasmo ni ironía, habla en serio, habla de esa ya citadísima novia con la que había estado hablando hace un minuto, e iba a hablar al segundo siguiente, ese mismo chico en sus mismas narices. Normal. Al mismo tiempo, tras varias interesantes disquisiciones, intríngulis y dimes y diretes con por medio pastillas, cincuenta millones, mucho dinero, hermanas enfermas y demás tragedias, contemplamos con toda la naturalidad del mundo como el protagonista de este tramo narrativo tan cobarde, pusilánime y latoso, niño mimado que no ha roto un plato, un sin sangre o solo simplemente con conciencia se convierte en Chuck Norris, de Hamlet pasa a Rambo tan tranquilamente, sin alardes, para qué, en un nanomicrosegundo o santiamén con toda la sangre fría que quepa o cabe en ese momento se hace el amo del cotarro, de esclavo a jefe, el rey de la baraja, y se toma o coge el mundo por montera, de su capa hace un sayo, claro.
Las flores (y las piedras si te pones).
Amazing shit happens. Las casualidades existen. Solo hay que fijarse. Sí. Ese justo es o era el otro, el de la foto. Y tú también eres o eras aquel, el del dichoso y jodido taburete. Y ella estaba en medio, viéndolas venir, tan cerca, tan lejos.
Por qué no. Corre, amigo, corre. O llora. Como un río, como un crío.
El médico o el zorro y la serpiente también.
Las buenas acciones tarde o temprano se acaban cruelmente pagando, lo comido por lo servido, quid pro quo. Dios ni olvida ni perdona, pasa la cuenta, no le hace ninguna gracia, para majo él. Retirarse del mundanal ruido, al igual que huir del mal, tampoco es esa siquiera la gran solución. La muerte te espera en Samarra o en Matalascañas, a la vuelta de la esquina. Y los hijos te sacarán los ojos con la cuchara de comer las lentejas. Muere. Calla. Para. Sangra.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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