Media votos
4,2
Votos
2.763
Críticas
2.762
Listas
0
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Contacto
-
Compartir su perfil
Voto de Ferdydurke:
5
7,7
5.201
Cine negro. Drama
Carl Buckley (Broderick Crawford), un maquinista que teme perder su empleo, pide a su mujer (Gloria Grahame) con la que mantiene una fría relación, que interceda por él ante un ejecutivo de la compañía con el que ella había tenido relaciones antes de casarse. Pero, cuando Carl se entera del precio que su mujer ha tenido que pagar para evitar su despido, asesina al directivo durante un viaje en tren. El ferroviario Jeff Warren (Glenn ... [+]
5 de octubre de 2023
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La carta. Amantes. Owens.
Pasan demasiadas cosas demasiadas veces demasiado rápido, dejan muchos jirones por el camino, agujeros negros, a paladas incoherencias e inexactitudes.
Se sobreabunda lo más grueso, se pasa más de largo por la minucia o sutileza a la carrera, se anuncia (hasta lo que no tiene sentido), vuelta y revuelta, dimes y diretes. Y la música es muy invasiva, no da sosiego ni descanso, tregua ninguna, son, soniquete, tran tran, matraca, esa manía, miedo pavoroso al (puto) silencio, a la nada, al vacío, vértigo.
Por otro lado, la voz nasal afectada de ella me gusta, su fraseo, su tono. Y tiene muy buenos diálogos y algunas ideas estupendas y secuencias fabulosas y sordidez a espuertas, a raudales, a mandobles.
Por lo tanto, la balanza de la justicia está en este caso equilibrada, lo bueno y lo malo y su buen ayuntamiento, se dan la mano, se subyacen, incardinan, copulan, al peso.
(Spoiler aquí por falta de espacio más abajo, quedan avisados)
La gran pecadora paga (la cuenta), lo mismo que su maridote brutote seguramente al de nada, Glenn y la chica, sin embargo, serán felices, ¿se lo merecen?
Es excesivamente brusco todo lo que sucede desde, por ejemplo, que él pierde el trabajo, llega a casa, la convence a ella, van a ver al gerifalte de antaño, a reverdecer viejos verdes laureles, viruelas, ella zorrea, se entrega, ¿no le queda otra?, consigue que lo readmitan con el sudor (y lo otro) de su frente, el curro os hará libres, todo tiene un precio, al otro le dan los siete males, ataque de celos cornudo retroactivo en diferido, a buenas horas, mangas verdes, si no sabes torear, pa qué te metes, majete, se le ocurre una idea de bombero, cogen el tren, lo mata, ven al otro fumando, ella lo despista camela se deja, ¿no le queda otra?,... en unos quince o veinte minutos, un periquete, pasan o suceden este millón de cosas y algunas más que implican tal cantidad de movimientos del alma, del cuerpo, de la psique, de la voluntad humana, del contexto, de las materias y espíritus circundantes, del tiempo, del espacio... que es como meter a presión todo el cogollo de la especie humana en una hamburguesa y ustedes se la coman, en una olla podrida, batidora, turmix, a lo bestia, caiga quien caiga, esas prisas (malas consejeras), ese capitalismo rampante, histérico, produzcan, no paren, sigan, bailen, malditos, que el ritmo no cese, adelante, compañeros, hasta que el cuerpo aguante, reviente, estajanovismo, en serie, en vena, anfetaminas, erre que erre, aprieta, explota.
Pasan demasiadas cosas demasiadas veces demasiado rápido, dejan muchos jirones por el camino, agujeros negros, a paladas incoherencias e inexactitudes.
Se sobreabunda lo más grueso, se pasa más de largo por la minucia o sutileza a la carrera, se anuncia (hasta lo que no tiene sentido), vuelta y revuelta, dimes y diretes. Y la música es muy invasiva, no da sosiego ni descanso, tregua ninguna, son, soniquete, tran tran, matraca, esa manía, miedo pavoroso al (puto) silencio, a la nada, al vacío, vértigo.
Por otro lado, la voz nasal afectada de ella me gusta, su fraseo, su tono. Y tiene muy buenos diálogos y algunas ideas estupendas y secuencias fabulosas y sordidez a espuertas, a raudales, a mandobles.
Por lo tanto, la balanza de la justicia está en este caso equilibrada, lo bueno y lo malo y su buen ayuntamiento, se dan la mano, se subyacen, incardinan, copulan, al peso.
(Spoiler aquí por falta de espacio más abajo, quedan avisados)
La gran pecadora paga (la cuenta), lo mismo que su maridote brutote seguramente al de nada, Glenn y la chica, sin embargo, serán felices, ¿se lo merecen?
Es excesivamente brusco todo lo que sucede desde, por ejemplo, que él pierde el trabajo, llega a casa, la convence a ella, van a ver al gerifalte de antaño, a reverdecer viejos verdes laureles, viruelas, ella zorrea, se entrega, ¿no le queda otra?, consigue que lo readmitan con el sudor (y lo otro) de su frente, el curro os hará libres, todo tiene un precio, al otro le dan los siete males, ataque de celos cornudo retroactivo en diferido, a buenas horas, mangas verdes, si no sabes torear, pa qué te metes, majete, se le ocurre una idea de bombero, cogen el tren, lo mata, ven al otro fumando, ella lo despista camela se deja, ¿no le queda otra?,... en unos quince o veinte minutos, un periquete, pasan o suceden este millón de cosas y algunas más que implican tal cantidad de movimientos del alma, del cuerpo, de la psique, de la voluntad humana, del contexto, de las materias y espíritus circundantes, del tiempo, del espacio... que es como meter a presión todo el cogollo de la especie humana en una hamburguesa y ustedes se la coman, en una olla podrida, batidora, turmix, a lo bestia, caiga quien caiga, esas prisas (malas consejeras), ese capitalismo rampante, histérico, produzcan, no paren, sigan, bailen, malditos, que el ritmo no cese, adelante, compañeros, hasta que el cuerpo aguante, reviente, estajanovismo, en serie, en vena, anfetaminas, erre que erre, aprieta, explota.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Aunque están requetebien algunos otros detalles, que ella sopese lo de venderse por un plato de lentejas, que lo acepte y que desde ese mismo momento no deje que su marido la toque, que le pierda el respeto por ello, el cariño, el aprecio, ni que tampoco deje que le ponga la mano encima (cariñosamente, se entiende, con la violencia ella nada puede) después, cuando ya ha consumado el puterío, ahora le asquea su esposo ese tipo o más bien tipejo, se ha degradado (otra vez, como ayer) por él con lo que a sus ojos ha perdido su valor, esa grandeza, decencia y solidez que creyó encontrar cuando se casó, y ella lo ha hecho también por aburrimiento, por desesperación, porque la cabra tira al monte (como si el sexo sucio fuera para ella adictivo, lo había dejado y a la primera posibilidad de perdición allá que va ciega, adiós a la abstinencia, esa de su marido ocurrencia despertó a la dormida feroz anestesiada sempiterna bestia, la entrepierna), femme fatale, marcada (como contaba María Botto en Celos de Aranda de aquel primer hombre malo que la violentó) a fuego, para los restos, ambivalencia, por el hombre que la corrompió, se supone desvirgó, desahució, descuajó, desarraigó, descuajeringó, tentó, perdió, Humbert Humbert, juguete roto, el pecado original, dañado material, la manzana de Eva, desde el principio malditos, la flor del mal, todos tienen sus razones, pero el sexo mueve el mundo y el de una mujer destruida lo emponzoña todo, exaltación romántica sombría de las pasiones humanas, de la carnalidad femenina vampiresa atormentada, mitad mantis religiosa, mitad mosquita muerta y por la otra cara virgen sacrificial, manoseada, muñeca, tarada, tamaño natural, por el hombre rico al que ella en cierto sentido respetó admiró más cuando la despreció, por su claridad y criterio, toda esa masoquista trepa torturada arquetípica fatalista determinista psicología eterna idealizada de la mujer está bien plasmada menos al final que la explicitan en exceso, todo ese vaivén entre la candidez, la sinceridad, la disolución, la manipulación, la depravación..., cómo nunca está del todo claro en su ser esa lucha de fuerzas antagónicas, como si tiraran de cada una de sus extremidades morales viscerales desde diferentes puntos de vsita opuestos a veces y a ratos unidos. En ese sentido, el personaje de Owens es potente, como salido de Un tranvía llamado deseo, simboliza la zozobra de un pasado nefando, de un jardín del edén nauseabundo, efluvios corruptos, la pérdida de la inocencia, el deseo siempre insatisfecho, el origen vicio de todo esto, la herida abierta que supura, llaga doliente, miedo.
Y Glenn Ford es Travis Bickle sin apenas poesía ni gracia. Y su amada igual. Picnic. Las dos caras de América, la manzana podrida y la sana, Lunas de hiel, Perdita Durango, la interesante y la convencional, la literaria y la aburrida, la ruin y la obvia. Tenemos a la virgen y a la puta y por el lado masculino al héroe no tan solitario y al borrego descerebrado sin escrúpulos, ellas tiene más margen de mejora (o de barrena), mucho mayor amplio rango (cielo e infierno), salen ganando, mejores personajes, ellos son terriblemente tediosos mediocres, un espanto, el uno y el otro, mansos, romos, al matadero, a la cárcel pudridero o al matrimonio manicomio.
Las mujeres deben ser guapas porque los hombres son unos cretinos y no son capaces de apreciar la inteligencia si la hubiera ni aunque como un ferrocarril les pasara por encima, el (pelo del) huevo y la gallina, es decir, las mujeres se tienen que hacer las tontas para que los idiotas hombres las comprendan, puedan seguir su ritmo o hablar el mismo idioma, ya está explicada la guerra de los sexos (y la visión real del mundo de ellas, experiencia) en la (punto en) boca de una sabia descocada guapa cachonda que por allí un rato asoma, para que luego digan, todo empeora.
Trenes rigurosamente vigilados. La perdición de los hombres. La Corea.
Y Glenn Ford es Travis Bickle sin apenas poesía ni gracia. Y su amada igual. Picnic. Las dos caras de América, la manzana podrida y la sana, Lunas de hiel, Perdita Durango, la interesante y la convencional, la literaria y la aburrida, la ruin y la obvia. Tenemos a la virgen y a la puta y por el lado masculino al héroe no tan solitario y al borrego descerebrado sin escrúpulos, ellas tiene más margen de mejora (o de barrena), mucho mayor amplio rango (cielo e infierno), salen ganando, mejores personajes, ellos son terriblemente tediosos mediocres, un espanto, el uno y el otro, mansos, romos, al matadero, a la cárcel pudridero o al matrimonio manicomio.
Las mujeres deben ser guapas porque los hombres son unos cretinos y no son capaces de apreciar la inteligencia si la hubiera ni aunque como un ferrocarril les pasara por encima, el (pelo del) huevo y la gallina, es decir, las mujeres se tienen que hacer las tontas para que los idiotas hombres las comprendan, puedan seguir su ritmo o hablar el mismo idioma, ya está explicada la guerra de los sexos (y la visión real del mundo de ellas, experiencia) en la (punto en) boca de una sabia descocada guapa cachonda que por allí un rato asoma, para que luego digan, todo empeora.
Trenes rigurosamente vigilados. La perdición de los hombres. La Corea.