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Rusia Rusia · Stalingrado
Voto de Ferdydurke:
6
Drama Pablo, "el Meca", "el Sebas", y Ángela son cuatro muchachos que quieren escapar del ambiente marginal en el que viven. Para ello, necesitan conseguir dinero, aunque no están dispuestos a trabajar durante años para poder ahorrar. Ellos solo piensan en conseguirlo rápidamente y en vivir deprisa. (FILMAFFINITY)
28 de marzo de 2014
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Romanticismo bandolero en plena apoteosis democrática. Estamos en los años ochenta y las barriadas madrileñas son una cantera inagotable de talentos pandilleros; una escuela prodigiosa de canallas juveniles; la heroína, los atracos y la rumba flamenca (vivan "Los Chunguitos") como contexto mítico.
Épica callejera preñada de mitos y leyendas. El objetivo es el de siempre: vivir deprisa, morir joven y dejar un bonito cadáver; el modo es sencillo: vivir sin mañana, a tiros y tirones, entre coches, asaltos, chutes y cárceles. No hay futuro ni esperanza, solo un presente rabioso.
Este filón fue explotado por el cine, comercial (grandes recaudaciones) y artísticamente (hubo de todo, pero fueron, en general, películas resultonas y eficaces). Se convirtió en un género, con sus sagas (los Picos, las del Torete... ) y sus estrellas habituales (El Vaquilla, Manazano, Pirri... ). El público vibraba y sirvió de fantasía romántica a toda una generación de niños-adolescentes-jóvenes, la primera generación de la democracia; de sueño crispado, aventurero y sugerente que anunciaba un mundo adulto violento y conflictivo.
Este cine también servía de reflejo/espejo y denuncia: mostraba el negro panorama en el que se criaban los hijos de los emigrantes llegados a las grandes ciudades (Madrid y Barcelona especialmente), las lamentables condiciones en las que vivían y su nulo futuro; rodeados de droga, miseria y abandono optaban por la evasión y el pillaje, por la brutalidad y la autodestrucción.
Por otro lado, suponía un reflejo distorsionado y exaltado/embellecido (el romanticismo por muy oscuro o trágico que sea siempre eleva la realidad, le añade peligro, grandeza y enormidad, es un generador incansable de arquetipos legendarios y bellas posibilidades de fuga) de un momento social y político complicado, confuso y tortuoso; estábamos en la época turbulenta del golpe de estado, cuando el posfranquismo daba sus últimos estertores y todavía nadie tenía claro lo que iba a suceder. El mundo quinqui es la otra cara de la moneda; el escapismo juvenil ante una realidad dura, las ansias de libertad; la metáfora de una España todavía imberbe e inocente, candorosa en su deseo de cambio, atrasada y brutal pero esperanzada.
Saura recoge todo esto y lo narra desde su particular punto de vista: elige el despojamiento, la mirada exenta de oportunismos, groseras denuncias moralistas y sermones demagogos, va a lo esencial, a contar una historia, una aventura con unos personajes bien definidos (un tanto rudimentarios) y unos pocos hechos.
Al principio vemos una amistad de machos delincuentes, luego aparecen la mujer (esta vez no es femme fatale) y el amor (cuanto mayor fatalismo apunte y fuera de la ley esté, más poderoso será), y ya tenemos una banda: el amigo fiel y portentoso conductor, la pareja enamorada y el cuarto en discordia (un poco quisquilloso pero también leal y buenazo). El guion se queda en el esqueleto: tres atracos y las transiciones entre los golpes; se presenta a los personajes, atracan, charlan un poco, se aman, se drogan otro poco... y ya.
La mirada de Saura, su rechazo de los excesos melodramáticos y las monsergas se impone rotundamente, vuelca la balanza hacia el cine, hacia la pura narración, es un gran acierto; dota a la historia de humor, naturalidad y ligereza. El resultado final es una película tierna y cruda, pequeña y muy rescatable; única, lírica y especial dentro del aluvión quinqui.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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