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Voto de Ferdydurke:
3
24 de enero de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cortarse la coleta. Estalactitas de sangre.
Grandilocuente y plúmbea epopeya revolucionaria china que de tan aparatosa y simplona acaba resultando mayormente ridícula y también a ratos, por qué no decirlo, mortalmente aburrida.
Inflados levantiscos, papanatas las más de las veces, versus llorosos poderosos, lamentables y empachosos claramente, con el, podría llamarse más así actualmente, Banco Central Europeo decidiendo la horrorosa contienda, te doy el préstamo como consuelo o de lo contrario estás muy muerto. El sucio y bello dinero arreglando el mundo, siempre todo, sacándonos del entuerto, apuntándose al lado bueno, no era de esperar menos, ya sea rojo, azul o bemba colorá, en todo caso bailemos.
La emperatriz viuda, el médico rojo y un pérfido orondo al que no le queda más remedio que hacerse de todo cargo ante la estupidez e ineptitud del resto siempre en el puto medio, molestando, malmetiendo, estorbo, bulto sospechoso, gran engorro.
También aparece el simpático, mucho le admiramos en esta casa, Jackie Chan dando unas cuantas guantás con la mano abierta, pero tristemente al pobre le pusieron a dieta en ese arte que tanto domina de resolver cualquier conflicto espinoso con algún elevado salto, mucho requiebro zafado y tanto mamporro diestro, no se dieron cuenta, al fin y al cabo, de que si le hubiesen dado rienda suelta a todo su genio, más karate por favor, el caso bélico se hubiera cerrado en un fin de semana sin apenas darnos cuenta o notarlo, pero claro, se nos pusieron muy serios por el histórico momento que estaban todos viviendo, el pacifismo les pudo mucho a ellos y la cosa se alargó algo más en el tiempo, innecesaria, agónicamente, para qué tanto sufrimiento.
Cámara lenta, algún plano congelado, otros más cenitales, escenas sanas de guerra y otras llenas de intrigas palaciegas para adornar un producto que en su último tramo, reconozcámoslo de una vez, da un poco de vergüenza ajena, cuando se quita definitivamente la careta y con caro descaro emerge como un infame, cutre publirreportaje, que para hacer bien la revolución hay mucho que creer, nunca dudar o desconfiar, hay, en resumidas cuentas, que desbordar de fe para así al fin lograr la tan ansiada y merecida felicidad, no hay más.
Personajes recortados al viento que parecen como salidos de un cómic posmoderno, historia triturada por el convencionalismo y el maniqueísmo más gruesos, personajes planos y sucedidos épicoligofrénicos en esta película que no acaba de ser mala del todo, eso es cierto, tiene hasta cierto comedimiento, recato, decoro, incluso de aquella manera alguna discreción y elegancia, si vamos o nos ponemos a eso.
La China que ahora conocemos y que tanto nos gusta, admiramos y disfrutamos un poco a lo lejos se forjó aquí, hace ya más de un siglo; es, por lo tanto, hora de celebrarlo, si es a través del cine y con una buena copa de cava por medio, mucho mejor, hip, hip, hurra, alcémonos ya del suelo.
Grandilocuente y plúmbea epopeya revolucionaria china que de tan aparatosa y simplona acaba resultando mayormente ridícula y también a ratos, por qué no decirlo, mortalmente aburrida.
Inflados levantiscos, papanatas las más de las veces, versus llorosos poderosos, lamentables y empachosos claramente, con el, podría llamarse más así actualmente, Banco Central Europeo decidiendo la horrorosa contienda, te doy el préstamo como consuelo o de lo contrario estás muy muerto. El sucio y bello dinero arreglando el mundo, siempre todo, sacándonos del entuerto, apuntándose al lado bueno, no era de esperar menos, ya sea rojo, azul o bemba colorá, en todo caso bailemos.
La emperatriz viuda, el médico rojo y un pérfido orondo al que no le queda más remedio que hacerse de todo cargo ante la estupidez e ineptitud del resto siempre en el puto medio, molestando, malmetiendo, estorbo, bulto sospechoso, gran engorro.
También aparece el simpático, mucho le admiramos en esta casa, Jackie Chan dando unas cuantas guantás con la mano abierta, pero tristemente al pobre le pusieron a dieta en ese arte que tanto domina de resolver cualquier conflicto espinoso con algún elevado salto, mucho requiebro zafado y tanto mamporro diestro, no se dieron cuenta, al fin y al cabo, de que si le hubiesen dado rienda suelta a todo su genio, más karate por favor, el caso bélico se hubiera cerrado en un fin de semana sin apenas darnos cuenta o notarlo, pero claro, se nos pusieron muy serios por el histórico momento que estaban todos viviendo, el pacifismo les pudo mucho a ellos y la cosa se alargó algo más en el tiempo, innecesaria, agónicamente, para qué tanto sufrimiento.
Cámara lenta, algún plano congelado, otros más cenitales, escenas sanas de guerra y otras llenas de intrigas palaciegas para adornar un producto que en su último tramo, reconozcámoslo de una vez, da un poco de vergüenza ajena, cuando se quita definitivamente la careta y con caro descaro emerge como un infame, cutre publirreportaje, que para hacer bien la revolución hay mucho que creer, nunca dudar o desconfiar, hay, en resumidas cuentas, que desbordar de fe para así al fin lograr la tan ansiada y merecida felicidad, no hay más.
Personajes recortados al viento que parecen como salidos de un cómic posmoderno, historia triturada por el convencionalismo y el maniqueísmo más gruesos, personajes planos y sucedidos épicoligofrénicos en esta película que no acaba de ser mala del todo, eso es cierto, tiene hasta cierto comedimiento, recato, decoro, incluso de aquella manera alguna discreción y elegancia, si vamos o nos ponemos a eso.
La China que ahora conocemos y que tanto nos gusta, admiramos y disfrutamos un poco a lo lejos se forjó aquí, hace ya más de un siglo; es, por lo tanto, hora de celebrarlo, si es a través del cine y con una buena copa de cava por medio, mucho mejor, hip, hip, hurra, alcémonos ya del suelo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Al final ganaron los buenos, la Religión y la Banca se unieron y así no había más remedio. Y el puñetero gordo se hizo el amo y todos los demás descansaron por fin con denuedo.
Final feliz como los de antes, de los del puño en alto y el pelo no demasiado crespo.
Final feliz como los de antes, de los del puño en alto y el pelo no demasiado crespo.