Muy buenas intenciones y muy pobres resultados.
Sorprende, visto casi todo Almodóvar, una película tan soporífera, desvaída, desganada y roma. Uno tenía más bien la idea de que muchas veces se la pegaba por exceso, no por tanto defecto.
Son como tres ideas mal puestas. Casi como un ejercicio esmerado de final de carrera de un alumno con talento, pero nula capacidad narrativa. Falta lo más esencial, el cine. No hay un mínimo de ritmo o sentido en la sucesión de las escenas, los diálogos o las interpretaciones (brillantes actrices diezmadas por frases y situaciones imposibles que solo en algún momento de humor relajado se pueden proteger de la inclemencia árida del conjunto, de esa aspereza indigente que las atenaza con saña). Resulta, todo, de una frialdad inane y mediocre realmente alarmante.
Vendría a ser un bolero religioso con tintes de comedia surrealista. O "La casa de Bernarda Alba" contada por Andy Warhol, con perdón. O un Buñuel tras meterse un buen chute heroína y quedarse medio dormido el pobre. O un tigre encerrado en un frigorífico muriéndose de pena.
Es especialmente desastrosa la protagonista que, según parece, fue puesta por el ayuntamiento, el productor en este caso (en la mejor tradición del tópico cinematográfico por antonomasia y del sarcasmo más cachondo sobre la libertad de los autores, su sacrosanta visión personal del mundo y su inviolable rebeldía), y a la que se la perdió de vista (cinéfila) desde entonces (se entiende).
Nada es creíble. Se sigue como a distancia. Y acaba y te quedas igual. Suspendido, anestesiado.
P.D.: Tampoco ayuda mucho el aluvión indiscriminado de expresiones tan transgresoras y libertarias y brillantes como por ejemplo "alucine" o "guay del paraguay", ahí es nada, dichas con unción marciana y de un pueril que tira de espaldas. Ni la sensación de coyuntura e improvisación constantes.