Veamos cómo mueren. En riguroso orden de (des)aparición, previsiblemente adecuado y coherente, religiosamente. Primero, el "ateo" puro, la mala bestia (aunque en el fondo también tenga buen corazón, no deja de ser norteamericano al fin y al cabo), después, el "mexicano" (se supone que viene con la Iglesia incorporada, como buen hispano), más tarde, Biblia (sobran los comentarios), y, finalmente, Pitt1 (que nos había engañado, le creímos descreído, pero, en verdad, se sabe las Sagradas Escrituras al dedillo y adelanta, con buen criterio, que serán recompensados eternamente por poner las cosas en su sitio y restablecer el orden en país de bárbaros). El niño se salva. Es Pitt2, su epígono y fanático creyente, su versión joven, seguirá sus pasos tras haber aprendido la lección del maestro. Todos irán con Dios. ¿Cuál? El bueno, el de América del norte, el de la guerra.
*La de las alemanas. Muy bien escrita, rodada e interpretada. Es cierto que, también, edulcorada. Trata el espinoso asunto de las violaciones de guerra (la mayoría no se atreven) llevándolo al lado más tierno posible, pero se hace bien, a pesar de que la chica entiende el inglés cuando le interesa. Y hasta meten un relato (el de los caballos, una forma de espanto como otra cualquiera, el horror animal) que recuerda al Kaputt de Malaparte, brillante libro sobre la Segunda Guerra Mundial.
P.D.:
- Pitt es productor. No sé, pero me parece a mí que se nota levemente quizás.
- ¿Son balas y bombas o fuegos artificiales? ¿Es la Segunda Guerra Mundial o la Guerra de las galaxias o la cabalgata de Reyes?
- ¿No tenían una maldita granada, una bomba, un algo, ese batallón alemán tan sanote y de pocas luces, los pobres, para combatir con un mínimo de dignidad ante tanto titán norteamericano?