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Voto de Ferdydurke:
6
5,2
69.909
Romance. Comedia
Kathleen Kelly, la propietaria de una pequeña librería de cuentos infantiles, ve peligrar su negocio cuando una cadena de grandes librerías abre un local al lado de su tienda. Cuando conoce a Joe Fox, el hijo del dueño de la cadena, sentirá inmediatamente por él una gran antipatía. Lo que ambos ignoran es que mantienen una relación por correo electrónico. (FILMAFFINITY)
13 de junio de 2021
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los juncos salvajes. El ser y la nada. El I Ching. El Padrino. Mujer blanca soltera busca... El movimiento ludita en la Inglaterra del siglo IXX.
Película revulsiva y descaradamente política, cínica, descreída, una gloriosa celebración del mal en todas sus cambiantes formas; más concretamente nos viene a decir que al final el capitalismo más salvaje siempre se acaba follando malamente, con premeditación, alevosía y muy de día, a la pequeña comunidad de individuos libres, a la comuna comunista más humilde, a todos los más anarquistas, idealistas o tan concienciados, a los que se ganan la vida con el sudor de su bella frente, la tierra es para quien la trabaja y esas bonitas gaitas, querido y añorado Víctor Jara; y eso no es lo peor de todo, ya que mucho más horroroso todavía es que nada sutilmente se deja caer que además le gusta mucho y vaya que si lo disfruta, eso, el sexo, la coyunda, a la víctima ultrajada, devorada despiadadamente por el gran negocio desalmado, por el enorme dinero que lo puede todo, ya que ella en realidad lo estaba deseando y esperando desde un buen principio, que fuera justo él, que el lobo feroz se la comiera viva, a la susodicha, a ella misma, a la pobre o bendita tan roja Caperucita, ahí es nada, para que luego digamos, para que nos andemos quejando como viudas desconsoladas o pringados con ínfulas de su arte nefando pensado para satisfacer únicamente a las masas más aborregadas, tan abundantes y primarias, para que, en fin, andemos diciendo que sus comedias románticas no valen nada, que son gaseosa, que queremos más madera, para que pongamos el grito en el cielo por el cine norteamericano.
Bueno, era 1998, cuando Dolores O'Riordan (no confundir con Michael Jordan, que ese mismo año estaba inmerso en The Last Dance) triunfaba por todo lo alto y aquí sonaba, al principio, "Dreams", no como ahora, ya difunta, cuando las grandes superficies se tragaban definitivamente, le comían la tostada a las más pequeñas, igual que casualmente pasa ahora mismo con Amazon, el tamaño claro que importa, y el que lo niegue es un impotente que no tiene dos dedos de frente, siempre se repite la misma hermosa mierda o historia, esa es la cosa, la cadena trófica, despiadada, necesaria, el cliente tiene la razón y Darwin con los de su especie en la sombra, acecha.
Aunque en verdad hablamos de 1940 y de "El bazar de las sorpresas", con James Stewart y Margaret Sullavan o "La importancia de llamarse Ernesto", no, mejor, en realidad nos referimos a un dramaturgo húngaro, un tal Miklos Lazlo, y son los años treinta, pero mucho me temo que esa es otra historia, ya la contaremos otro día con nuestra santa paciencia y mucho más tiempo del bueno.
El caso es que la película está bastante bien, o mejor de lo esperado, estoy ilusionado, a pesar de su blandura ñoña tiene su gracia, está llena de chispeantes alusiones, viva Gregory La Cava que tal baila, y se ríe bastante de todo y resuelve muchas escenas hasta prodigiosamente bien, pese a ese último tramo tan romo e innecesario, que se alarga para nada y acaba de cualquier modo, el descubrimiento es obvio y está mal resuelto, no hay la más mínima sorpresa o misterio.
Y ellos dos son hermosos como centollos, ella, caricata guapa que mola mazo que decía el clásico, y él, que va sobrado de oficio. Y la comedia es clásica, neoyorquina, elegante, sofisticadamente popular, también previsible y conservadora y pacata (antes de irse de parranda a echar al aire una cana, es conveniente romper con la parienta o pariente previamente, el orden que el producto altera, el condón y la mamada, el relámpago y el trueno, para no caer ni por asomo en el pecado nefando del adulterio, ese monstruo que pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente) y tonta en cierta manera, por lo trillado de ciertos planteamientos o procedimientos puramente narrativos. Pero Greg Kinnear me gusta mucho y su personaje es oro puro, nos vamos de viaje con Heródoto y ya veremos, aunque no quiera tanto al Caudillo como todos nosotros, los españoles que en lo más alto le ponemos, siempre de los más eximios prohombres nuestros estamos tan orgullosos, es profeta en su tierra y las mujeres mejores mucho le aprecian en América, las comparaciones nunca son odiosas, son maravillosas. Y Parker Posey, qué mala, casi como la de los ciento un dálmatas.
Película revulsiva y descaradamente política, cínica, descreída, una gloriosa celebración del mal en todas sus cambiantes formas; más concretamente nos viene a decir que al final el capitalismo más salvaje siempre se acaba follando malamente, con premeditación, alevosía y muy de día, a la pequeña comunidad de individuos libres, a la comuna comunista más humilde, a todos los más anarquistas, idealistas o tan concienciados, a los que se ganan la vida con el sudor de su bella frente, la tierra es para quien la trabaja y esas bonitas gaitas, querido y añorado Víctor Jara; y eso no es lo peor de todo, ya que mucho más horroroso todavía es que nada sutilmente se deja caer que además le gusta mucho y vaya que si lo disfruta, eso, el sexo, la coyunda, a la víctima ultrajada, devorada despiadadamente por el gran negocio desalmado, por el enorme dinero que lo puede todo, ya que ella en realidad lo estaba deseando y esperando desde un buen principio, que fuera justo él, que el lobo feroz se la comiera viva, a la susodicha, a ella misma, a la pobre o bendita tan roja Caperucita, ahí es nada, para que luego digamos, para que nos andemos quejando como viudas desconsoladas o pringados con ínfulas de su arte nefando pensado para satisfacer únicamente a las masas más aborregadas, tan abundantes y primarias, para que, en fin, andemos diciendo que sus comedias románticas no valen nada, que son gaseosa, que queremos más madera, para que pongamos el grito en el cielo por el cine norteamericano.
Bueno, era 1998, cuando Dolores O'Riordan (no confundir con Michael Jordan, que ese mismo año estaba inmerso en The Last Dance) triunfaba por todo lo alto y aquí sonaba, al principio, "Dreams", no como ahora, ya difunta, cuando las grandes superficies se tragaban definitivamente, le comían la tostada a las más pequeñas, igual que casualmente pasa ahora mismo con Amazon, el tamaño claro que importa, y el que lo niegue es un impotente que no tiene dos dedos de frente, siempre se repite la misma hermosa mierda o historia, esa es la cosa, la cadena trófica, despiadada, necesaria, el cliente tiene la razón y Darwin con los de su especie en la sombra, acecha.
Aunque en verdad hablamos de 1940 y de "El bazar de las sorpresas", con James Stewart y Margaret Sullavan o "La importancia de llamarse Ernesto", no, mejor, en realidad nos referimos a un dramaturgo húngaro, un tal Miklos Lazlo, y son los años treinta, pero mucho me temo que esa es otra historia, ya la contaremos otro día con nuestra santa paciencia y mucho más tiempo del bueno.
El caso es que la película está bastante bien, o mejor de lo esperado, estoy ilusionado, a pesar de su blandura ñoña tiene su gracia, está llena de chispeantes alusiones, viva Gregory La Cava que tal baila, y se ríe bastante de todo y resuelve muchas escenas hasta prodigiosamente bien, pese a ese último tramo tan romo e innecesario, que se alarga para nada y acaba de cualquier modo, el descubrimiento es obvio y está mal resuelto, no hay la más mínima sorpresa o misterio.
Y ellos dos son hermosos como centollos, ella, caricata guapa que mola mazo que decía el clásico, y él, que va sobrado de oficio. Y la comedia es clásica, neoyorquina, elegante, sofisticadamente popular, también previsible y conservadora y pacata (antes de irse de parranda a echar al aire una cana, es conveniente romper con la parienta o pariente previamente, el orden que el producto altera, el condón y la mamada, el relámpago y el trueno, para no caer ni por asomo en el pecado nefando del adulterio, ese monstruo que pisa fuerte toda la pobre inocencia de la gente) y tonta en cierta manera, por lo trillado de ciertos planteamientos o procedimientos puramente narrativos. Pero Greg Kinnear me gusta mucho y su personaje es oro puro, nos vamos de viaje con Heródoto y ya veremos, aunque no quiera tanto al Caudillo como todos nosotros, los españoles que en lo más alto le ponemos, siempre de los más eximios prohombres nuestros estamos tan orgullosos, es profeta en su tierra y las mujeres mejores mucho le aprecian en América, las comparaciones nunca son odiosas, son maravillosas. Y Parker Posey, qué mala, casi como la de los ciento un dálmatas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Al final ella se casará con él, tendrá un solitario y mimado hijo, pedirá de inmediato el divorcio, le sacará todos los cuartos, y un ojo de la cara de paso, y se hará la dueña de todos los libros, de tanto emporio, para acabar echando a la mitad de los empleados a las primeras de cambio, la culpa no es de ella, es del sistema, no podía luchar sola contra todos los elementos, quemar las naves de esa mala manera, les hará un Erte y un Ere, progresiva y simultáneamente, y les pagará en diferido, ya que habrá asumido la lección de primera mano, tú fuiste el maestro y yo solo la aprendiz, si te estoy haciendo daño, lo aprendí de ti, ya sabéis, si no puedes con tu enemigo, únete a él, métete en su cama y quítale la ropa, hazle esas cosas, sé agua, sé él, peor incluso si cabe, mejor todavía, lo que no pudiste lograr como mujer, lo conseguirás como empresaria o tiburona, y madre.
Si Woody Allen hubiera tenido la suerte de haber nacido mujer, nadie es perfecto, seguro que hubiera hecho esto, mucho más dulce, perfecto y malvado que todo lo suyo, a la chita callando y con el mazo dando, nos vamos ya marchando, a Sevilla que es siempre una pura maravilla.
Si Woody Allen hubiera tenido la suerte de haber nacido mujer, nadie es perfecto, seguro que hubiera hecho esto, mucho más dulce, perfecto y malvado que todo lo suyo, a la chita callando y con el mazo dando, nos vamos ya marchando, a Sevilla que es siempre una pura maravilla.