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Voto de Ferdydurke:
6
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Drama
Ruleta China es una parábola acerca del mundo burgués, sus ritos y sus mentiras. Ángela es una adolescente inválida, hija de padres ricos y liberales; pero su odio hacia ellos la lleva a tenderles una trampa para que un fin de semana coincidan en su casa de campo con sus respectivos amantes. (FILMAFFINITY)
4 de agosto de 2020
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Travesuras de la niña mala. El castillo. Yo es otro. La ratonera.
La muñeca diabólica se venga de sus malvados progenitores.
Encerrados como en "El ángel exterminador", se dedican a matar el tiempo con un juego muy peligroso, a vida o sangre.
Ella, la niña santa, la satanasa alemana, maneja los hilos, ellos son sus muñecas (¿no había ocho también en el coche cuando llegó la poseída por el demonio con su ayudanta tan tremenda?).
Cuatro parejas y un mismo destino, el disparate luminoso.
Fassbinder carga de densidad y sentido cada plano, todo quiere decir algo o su contrario, nada es lanzado al azar, salvo quizás alguna broma más privada; es sobresignificado cada dato, mirada o acto; todo son citas, exquisita cultura, grandes nombres; extraña belleza, solemne, esquinada, contemplativa y fría; entre lo siniestro y lo grotesco; siempre a punto del definitivo y helado esperpento.
Bellos y perfectos encuadres pictóricos que alternan con elegantes movimientos de la cámara acompañados artificial y graciosamente por los de los actores al son de una bella música que bailan en una dúctil y dulce, sutil danza; pasamos del glacial estatismo al simpático ajetreo con leve brusquedad, original, marca de la casa.
Ponzoña, bochorno, ridículo, afrenta, sonrojo.
Una humorada salvaje, pagana, soterrada, barbilampiña; un roto de referencias cristianas y mucha mala baba.
Burgueses alemanes de los setenta de vidas odiosas, vacías, infinitamente tediosas y desesperadas, fracasadas, diría la perversa infanta, como una carcoma que se los coma, averiados, fallidos, a punto de hincar la cerviz y rendirse del todo, dudando si matarse de una vez por todas o acabar con todo(s). La hija simbólica es el compendio y remate de la saga, de su especie malsana, es la puntilla de su acabamiento y oprobio de clase. Ella está enferma, ellos, todo el resto, están podridos, de desidia y codicia, de nada eterna.
Es una película hermosa, juguetona, de tendencia puerilmente teatral y tal vez un tanto inflada a pesar de su contrapunto constante, sutilmente humorístico; entre el chiste y la muerte a veces amenaza con somnífero, pero le puede el cachondeo malévolo, si lo piensas bien, tan descacharrante.
La muñeca diabólica se venga de sus malvados progenitores.
Encerrados como en "El ángel exterminador", se dedican a matar el tiempo con un juego muy peligroso, a vida o sangre.
Ella, la niña santa, la satanasa alemana, maneja los hilos, ellos son sus muñecas (¿no había ocho también en el coche cuando llegó la poseída por el demonio con su ayudanta tan tremenda?).
Cuatro parejas y un mismo destino, el disparate luminoso.
Fassbinder carga de densidad y sentido cada plano, todo quiere decir algo o su contrario, nada es lanzado al azar, salvo quizás alguna broma más privada; es sobresignificado cada dato, mirada o acto; todo son citas, exquisita cultura, grandes nombres; extraña belleza, solemne, esquinada, contemplativa y fría; entre lo siniestro y lo grotesco; siempre a punto del definitivo y helado esperpento.
Bellos y perfectos encuadres pictóricos que alternan con elegantes movimientos de la cámara acompañados artificial y graciosamente por los de los actores al son de una bella música que bailan en una dúctil y dulce, sutil danza; pasamos del glacial estatismo al simpático ajetreo con leve brusquedad, original, marca de la casa.
Ponzoña, bochorno, ridículo, afrenta, sonrojo.
Una humorada salvaje, pagana, soterrada, barbilampiña; un roto de referencias cristianas y mucha mala baba.
Burgueses alemanes de los setenta de vidas odiosas, vacías, infinitamente tediosas y desesperadas, fracasadas, diría la perversa infanta, como una carcoma que se los coma, averiados, fallidos, a punto de hincar la cerviz y rendirse del todo, dudando si matarse de una vez por todas o acabar con todo(s). La hija simbólica es el compendio y remate de la saga, de su especie malsana, es la puntilla de su acabamiento y oprobio de clase. Ella está enferma, ellos, todo el resto, están podridos, de desidia y codicia, de nada eterna.
Es una película hermosa, juguetona, de tendencia puerilmente teatral y tal vez un tanto inflada a pesar de su contrapunto constante, sutilmente humorístico; entre el chiste y la muerte a veces amenaza con somnífero, pero le puede el cachondeo malévolo, si lo piensas bien, tan descacharrante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Se ofreció Kast, menuda bestia la pequeñaja, la más débil de su grupo, y ella, la madre, dispara finalmente a la más débil del otro grupo, con su hija no se atreve, carne de su carne, su simiente, la misma viciada sangre; son además de todo, cobardes.
En esa última cena se superan las diferencias de todo tipo; sociales, económicas, de poder esencialmente, y se da rienda suelta al libre albedrío, cada uno puede decir la suya y vaya que si lo hacen; el juego asume todo: el desahogo, la rabia, la inquina, sacar todo lo malo y reprimido, disimulado en la comedia del día a día, decir, por fin, lo que piensas y no te habías atrevido. La hija lo monta de tal manera que aquello sea, suponga un juicio sumarísimo contra la madre (su gran rival, la gran disputa se produce entre las dos, mucho más que con el padre, que no es tan decisivo, apoya a la madre, sí, pero la hija parece que no siente tanta animadversión hacia él), le dicen de todo a ella, desde manzana podrida comida por los gusanos hasta agarratoda vilmente a la manera española y comandanta de un campo de concentración finalmente, ahí es nada.
Esa francachela final también es, obviamente, teatro dentro del teatro, metaficción; a través del juego se hace un homenaje a la representación que desvela y permite decir lo que sería imposible de otra forma.
Brillante, con riesgo constante de caer en el vacío más inane y relamido, inteligente, irónica, es, sobre todo, un juguete fúnebre.
Cae bien el gordo Fassbinder. Qué gran pena que ya no esté con nosotros jodiendo la marrana, animando esta fiesta tan triste, penosa y miedosa que nos ha quedado.
No me quiero olvidar del conductor ciego, qué pena que no estuviera también de invitado en la cena, ni mucho menos del mecánico que conoce de primera mano el infierno. Ni quiero dejar de señalar ese maravilloso momento en el que el escritor plagiador abre la puerta y ve a la muda bailar con las muletas. ¡Viva, Alemania!
Película de terror, drama existencial y moral, psicología, poesía, filosofía, teatro y fina comedia de costumbres.
En esa última cena se superan las diferencias de todo tipo; sociales, económicas, de poder esencialmente, y se da rienda suelta al libre albedrío, cada uno puede decir la suya y vaya que si lo hacen; el juego asume todo: el desahogo, la rabia, la inquina, sacar todo lo malo y reprimido, disimulado en la comedia del día a día, decir, por fin, lo que piensas y no te habías atrevido. La hija lo monta de tal manera que aquello sea, suponga un juicio sumarísimo contra la madre (su gran rival, la gran disputa se produce entre las dos, mucho más que con el padre, que no es tan decisivo, apoya a la madre, sí, pero la hija parece que no siente tanta animadversión hacia él), le dicen de todo a ella, desde manzana podrida comida por los gusanos hasta agarratoda vilmente a la manera española y comandanta de un campo de concentración finalmente, ahí es nada.
Esa francachela final también es, obviamente, teatro dentro del teatro, metaficción; a través del juego se hace un homenaje a la representación que desvela y permite decir lo que sería imposible de otra forma.
Brillante, con riesgo constante de caer en el vacío más inane y relamido, inteligente, irónica, es, sobre todo, un juguete fúnebre.
Cae bien el gordo Fassbinder. Qué gran pena que ya no esté con nosotros jodiendo la marrana, animando esta fiesta tan triste, penosa y miedosa que nos ha quedado.
No me quiero olvidar del conductor ciego, qué pena que no estuviera también de invitado en la cena, ni mucho menos del mecánico que conoce de primera mano el infierno. Ni quiero dejar de señalar ese maravilloso momento en el que el escritor plagiador abre la puerta y ve a la muda bailar con las muletas. ¡Viva, Alemania!
Película de terror, drama existencial y moral, psicología, poesía, filosofía, teatro y fina comedia de costumbres.