Combustión. Propulsión. A cholón. Por quítame allá esas pajas. La joven del visillo. La risa da Satanás. De rojo iba la muerte. El campo. La hija de Lucifer. Morgan. Morgana. La morganada.
Mira que eran felices, que disfrutaban del amor más puro y verdadero, que iban a fundar una familia, en pleno proyecto de ello, guapos, trabajadores, jóvenes, sexualmente satisfechos, como un coche bueno con todos sus mejores complementos que me lo quitan de las manos en los mejores concesionarios y luego lo echamos mucho de menos, se aprecia lo que se pierde, y nada, estatua de sal, a mirar atrás y cotillear, a revolver cajones, y sin motivo ninguno escuchar ajenas conversaciones, pegar la oreja a la puerta, que no la hebra, que esto parecía una canción de despecho del bardo Sabina con todas sus metáforas tan ricas y bonitas, que te miro el móvil y no me lo creo, que te sigo al atardecer en el coche a la sierra y luego me hago la dormida pero ya no pego ojo, qué bochorno, pierdo el oremus, cuánto dolor, menudo sufrimiento, vale ya, dónde has estado metida todos estos últimos años, bonita, cariño, mala mujer, o no has escuchado a los psicólogos, a los expertos del gobierno, a la OMS, ooom, ooom, ooom, al FRAP, al cobrador del frac, a la OLP, al IRA, a la ONU y a la Commonwealth hablar por activa y por pasiva de que a la pareja o compañero sentimental nunca jamás hay que espiar o desconfiar, ni siquiera de aquella manera vigilar, los celos son el gran mal, esas ganas de posesividad os van a matar, debe de una maldita vez acabar, él también debe tener su espacio, sus jobis, su bricolaje, si hasta es tan apañado y limpio y bueno que para no mancharse las manos ni el cuerpo, impoluto, se pone el impecable mono de trabajo, como si fuera a la obra a hacer su bonito trabajo, que para el caso es lo mismo o muy parecido, y tampoco pasa nada porque tenga alguna amiguita con la que poder hacerse el machito, déjale respirar, vivir, basta ya, maltratadora, acosadora, odiadora, pésima persona, que se empieza así, tan malamente, y no se sabe nunca dónde se acaba, seguramente en violencia, de la peor de las maneras, que como te denuncien ya verás cosa buena.
Mira que le dimos consejos y no nos ha hecho ningún caso esta bellaca, por lo que al final, lógicamente, todo acaba como el rosario de la aurora, tanto va el cántaro a la fuente, pidiendo la hora, todo tiene un límite, la paciencia, aunque no lo parezca, también revienta, él herido en sus sentimientos más hondos y/o profundos, ella de un lado para otro, como polla sin cabeza, corriendo, penando, y, por qué no decirlo si parece cierto, con algún, desgraciadamente, muerto, al retortero, fue malhadado accidente, no hubo ningún intento de siniestro, mala suerte, es lo que tenemos.
Moraleja: nunca te fíes de un hombre barbado, son claramente los peores, nunca acaban de dar la cara y esconden, tras esa horrorosa mata de pelo, sus horribles intenciones.