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Voto de Ferdydurke:
5
6,2
2.273
Drama
Roberto Orbea, que había sido militante clandestino de un partido de izquierdas durante el franquismo, es elegido diputado en las elecciones de 1977. En el momento más importante de su carrera, cuando está a punto de ser nombrado Secretario General de su partido, es víctima del chantaje de un grupo de extrema derecha que amenaza con airear su homosexualidad. (FILMAFFINITY)
18 de septiembre de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si la Democracia trajo libertades deseadas y cambio de fichas en el tablero de ajedrez del poder, no pasó lo mismo en el ámbito sexual y, como aquí se ve por lo menos, tampoco en el social. Seguía habiendo mentiras y ocultación. Seguía habiendo clases y discriminación. La novedad, en ese campo, se había limitado a la apariencia más o menos pintoresca y superficial.
Franco había muerto. Pero tanto a la izquierda como a la derecha, al olor del cadáver todavía reciente, mucha mosca mierdosa o buitre carroñero seguía actuando, "la ETA" continuaba matando con saña y grupos fascistas también causaban terror.
Y al final de la cadena, a punto de caer por el desagüe, los homosexuales y el lumpen, los parias definitivos, los sin nombre, los marginados, humillados y ofendidos, los que adoptaban una picaresca rufianesca bastante cutre para sobrevivir.
El protagonista es un hombre de buena familia, Sacristán como Roberto Orbea, vasco y abogado y socialista-marxista, otro álter ego de Eloy. Hombre de bien, educado, delicado y bondadoso. Casado con una mujer que igual baila. Comprensiva, racional, generosa y amorosa. Y el matrimonio marcha. Ella lo sabe, su inclinación sexual, y muy bien lo acepta.
Pero...
Franco había muerto. Pero tanto a la izquierda como a la derecha, al olor del cadáver todavía reciente, mucha mosca mierdosa o buitre carroñero seguía actuando, "la ETA" continuaba matando con saña y grupos fascistas también causaban terror.
Y al final de la cadena, a punto de caer por el desagüe, los homosexuales y el lumpen, los parias definitivos, los sin nombre, los marginados, humillados y ofendidos, los que adoptaban una picaresca rufianesca bastante cutre para sobrevivir.
El protagonista es un hombre de buena familia, Sacristán como Roberto Orbea, vasco y abogado y socialista-marxista, otro álter ego de Eloy. Hombre de bien, educado, delicado y bondadoso. Casado con una mujer que igual baila. Comprensiva, racional, generosa y amorosa. Y el matrimonio marcha. Ella lo sabe, su inclinación sexual, y muy bien lo acepta.
Pero...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
... esa inclinación suya le lleva a una doble contradicción, a saber: si el nuevo tiempo, la renovada política y los ideales que traía consigo debería equivaler, arrastrar consigo como avalancha benéfica, a la verdad como premisa innegociable y punto de partida, bueno, pues ahí él estaba fallando, ya que llevaba una doble vida y mentía, aunque fuera por omisión; y, también grave, si la nueva sociedad tenía que aspirar como asunto crucial a la justicia social, a la superación de las diferencias de clase, a una comunidad de hombres iguales y libres, bueno, pues lo mismo, él obtenía sexo a cambio de dinero, explotaba sexualmente a menores y pobres, a desgraciados que pertenecían a una clase inferior a la suya.
Así es, pero la película está a favor del personaje, por lo que se trata en todo momento de presentarle más como víctima un tanto inocente y bobalicona que como un posible victimario hipócrita, cínico y depredador. Por eso se cargan las tintas en los aspectos más positivos del protagonista y se idealiza su relación matrimonial de forma exagerada y poco creíble, aunque candorosa y bienintencionada (relación prohibida en apartamento-picadero que deriva en amor compartido, trío a lo Jules y Jim; sorprendente, simpático y jugoso giro que da la historia, también naíf).
Todo nos lleva hacia un final inevitable, trágico y triste, a la ineludible síntesis (tras la lucha de la tesis, la verdad del personaje, y la antítesis, la represión del entorno y de los residuos, pura escoria, del franquismo), a la confesión final que le condenará (se supone que social, política y personalmente, como él mismo anuncia) y le salvará (humana, ideológica y coherentemente ya que asumirá, por fin, "la realidad concreta" de su vida, sin mentiras, sin autoengaños ni aspavientos; será un hombre libre, por primera vez, un hombre revolucionario y nuevo de verdad).
La película es irregular y mezcla cuestiones muy interesantes con desigual pericia. El resultado es apreciable y sustancioso, da lugar a la rumia y se ofrece con generosidad reflexiva. Ahora bien, el conjunto es discreto, querible pero demasiado llano y transparente, sin lugar alguno para el temblor voraz del verdadero arte.
Bien con claras reservas.
Sacristán es majo y cumplidor, y se esfuerza. Carga con casi todo el peso. Quizás se exceda con las caras de cordero degollado a puntito de gran matanza.
Eloy: tierno y tosco; bronco y discursivo. Valiente, pedestre, muy expansivo.
Así es, pero la película está a favor del personaje, por lo que se trata en todo momento de presentarle más como víctima un tanto inocente y bobalicona que como un posible victimario hipócrita, cínico y depredador. Por eso se cargan las tintas en los aspectos más positivos del protagonista y se idealiza su relación matrimonial de forma exagerada y poco creíble, aunque candorosa y bienintencionada (relación prohibida en apartamento-picadero que deriva en amor compartido, trío a lo Jules y Jim; sorprendente, simpático y jugoso giro que da la historia, también naíf).
Todo nos lleva hacia un final inevitable, trágico y triste, a la ineludible síntesis (tras la lucha de la tesis, la verdad del personaje, y la antítesis, la represión del entorno y de los residuos, pura escoria, del franquismo), a la confesión final que le condenará (se supone que social, política y personalmente, como él mismo anuncia) y le salvará (humana, ideológica y coherentemente ya que asumirá, por fin, "la realidad concreta" de su vida, sin mentiras, sin autoengaños ni aspavientos; será un hombre libre, por primera vez, un hombre revolucionario y nuevo de verdad).
La película es irregular y mezcla cuestiones muy interesantes con desigual pericia. El resultado es apreciable y sustancioso, da lugar a la rumia y se ofrece con generosidad reflexiva. Ahora bien, el conjunto es discreto, querible pero demasiado llano y transparente, sin lugar alguno para el temblor voraz del verdadero arte.
Bien con claras reservas.
Sacristán es majo y cumplidor, y se esfuerza. Carga con casi todo el peso. Quizás se exceda con las caras de cordero degollado a puntito de gran matanza.
Eloy: tierno y tosco; bronco y discursivo. Valiente, pedestre, muy expansivo.