"Un pasaje a Johannesburgo" era el título del musical fastuoso con el que soñaba Jacques Demy con partitura de su inseparable Michel Legrand como su primera película. No pudo ser, pero a cambio se estrenó con una pieza sobresaliente que fue "Lola" (1961) donde plantó la semilla de todo su cine posterior. Tan solo cuatro años después esa semilla en blanco y negro floreció en una explosión de color saturado, en el musical que anhelaban aunque fuera más modesto en su producción, una ópera pop donde, como una de las novedades, todo es cantado, en una composición muy hábil de Legrand que no cansa y nos deja una melodía principal emotiva y ya clásica. Fue todo un éxito internacional.

La historia una vez más a orillas del atlántico es un trasunto de "Lola" de la que mantiene uno de los personajes, un melodrama romántico menos incisivo socialmente que "Lola" pero en el que el fatum sigue jugando un papel esencial. El conflicto de Argel separa a estos dos jóvenes enamorados (la Deneuve con 19 añitos) que acabaran por darse de bruces con la realidad. Demy consigue mantener el tono sin caer en el exceso, aunque a veces roce los límites, con un final visualmente digno de una tarjeta postal. Pieza pues única e irrepetible que ha servido de inspiración para otros cineastas como reconoce Damien Chazelle en "La la land".

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