Tengo la sensación de que esta propuesta de la actriz y directora Maria Schrader es una oportunidad perdida, al menos en España, para recuperar la figura y la obra del escritor austriaco Stefan Zweig (1881-1942), cuyo prestigio y popularidad durante las décadas de los 20 a los 40 del pasado siglo ha ido progresivamente cayendo en las sombras de la memoria. Ello no solo se debe a ser una película austriaca, de limitada distribución y promoción alejada de la comercialidad sino al tratamiento demasiado alejado de los logros del autor, que supongo la directora da, erróneamente a mi juicio, por sobreentendidos y deja en manos del espectador el que imagine quien era este hombre y lo que estaba sufriendo alejado de su patria en tiempos donde el horror se apoderaba de Europa que le llevó en un acto postrero de pesimismo a no ser testigo del derrumbe del mundo que él anhelaba de justicia e igualdad. Justo un año después de su fallecimiento la historia empezaba a cambiar de signo con la derrota de las tropas alemanas en Stalingrado. Lo de la justicia y la igualdad es otro cantar.

A años luz del biopic convencional Schrader acompaña a Zweig utilizando el tono documental en su exilio de finales de los 30 por Sudamérica y sus estancias en Nueva York y finalmente en Brasil, entre otros países. La directora logra un grado de naturalidad y realismo en ambientes y personajes impresionante introduciéndonos literalmente como observadores invisibles de su cotidianidad, con una dirección magistral llena de recursos, sensibilidad, buen gusto y respeto por lo que filma y a quien filma que logra paradojicamente pasar desapercibida siendo sin lugar a dudas el mayor logro de la cinta.

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