Con esta son tres la películas que he visto de Kore-eda y ya forma parte de mis directores preferidos, independientemente de que me guste la película o no. Su manejo de la narración cinematográfica es impresionante, todas sus obras estan llenas de poesía, de vida con sus grandezas y sus miserias, reflejadas en la clase media japonesa. Aquí se basa en un hecho real y durante un metraje excesivamente largo, (no lo necesitaba), nos apabulla con el dominio de cada plano, haciéndonos sufrir y reír y contándonos tantas cosas solo con la fuerza de sus imágenes, que a veces uno tiene la sensación de que la calidad de los actores es indiferente (que no es el caso dado que son estupendos) porque él es capaz de hacer magia con la cámara a base de pequeños y sutiles detalles, de silencios, de mil y un resortes que posee el cine y que el controla sin aparente esfuerzo. No voy a hablar del argumento, Kore-eda ha conseguido que su firma sea sinónimo del mejor cine.