De todos es sabido que cuando los obesos pierden peso se animan a hacer cosas que tenian aparcadas. Y Jonah Hill ha perdido mucho peso. A pedido consejo nada menos que a Scorsese y Ethan Coen y se ha lanzado a demostrar que no solo es un buen actor sino que también tiene algo que decir detrás de la cámara. Y como mandan los cánones de los autores primerizos ya sea en cine o literatura tira de sus propias experiencias y nos lleva a su adolescencia en mitad de los 90 en la ciudad de los Ángeles, aunque Hill se guarda mucho de su vida privada y solo sabemos que también montaba en monopatín (skate).

El propio Hill reconoce la evidente influencia de cintas como "Kids" (Larry Clark / 1995) y aborda temas recurrentes como el desarraigo familiar y social (casi siempre hay una madre deprimida y un padre ausente) de unos adolescentes que luchan en la calle por encontrar su propia identidad entre los excesos propios de su juventud. La necesidad de aceptación a la par que el descubrimiento de nuevas experiencias ya sean sexuales o de cualquier otro tipo. Hill rebaja la mirada desde el enfoque de un chaval que apenas acaba de entrar en la adolescencia y busca referentes. Las influencias, decisivas a esa edad le vendrán tanto del lado positivo como negativo marcandole un futuro que Hill nos hurta con buen criterio. Se limita a hacer una cata cuyo notable fingimiento actoral consigue impregnarlo todo de realidad y verdad. La puesta en escena y el montaje contribuyen notablemente a ello. Estoy de acuerdo con la frase: "un trocito de autenticidad conservado en formol" que escribe Federico Marín en ABC.

Los chavales están estupendos con un Sunny Suljic en su primer papel protagónico y la que no hay que perderle la pista. Es admirable como gente muy joven nacidos después del 2000 han sabido transportarse  a mediados de los 90. Al Hill director tampoco hay que perderle la pista.

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