En los años 40 Superman no pudo superar a Shazam (entonces llamado Capitán Marvel) como el superhéroe más popular. Se vengó el kriptoniano no con sus superpoderes sino a través de una demanda de DC en el 53 que acudía a derechos de autor considerando que el posteriormente llamado Shazam era una copia de Superman que había tenido la fortuna de nacer dos años antes (en el 38) de las aventuras de este niño que adquiere los poderes de Salomón, Hércules, Atlas, Zeus, Aquiles y Mercurio, casi na, cuando pronuncia la palabra que componen sus iniciales. A DC sin embargo no le importó quedarse con los derechos del personaje cuando consiguió arruinar a la editorial que lo publicaba. Más tarde DC probó de su propia medicina cuando Marvel se hizo con los derechos sobre el nombre y el Capitán Marvel de DC tuvo que cambiarse el nombre al actual de Shazam. Así es que Marvel creó a su propio Capitán Marvel. Con el paso de los años Shazam fue cediendo terreno a la sombra de Batman y Superman. Pero ahora que estos no consiguen zurrarle la badana a Vengadores y demás marvelianos, Shazam renace desde la segunda línea para anotar un buen tanto en el casillero de DC que poco a poco va encontrando su nicho en el reparto del pastel superheroico.

Sandberg, después de dos films mediocres de terror ha dado en la diana conjugando la historia típica de orígenes y desarrollo de acción más o menos convencional con una visión autoparódica y sarcástica del género, que tiene la virtud de no tomarse en serio y de la mano de un elenco acertado hacernos disfrutar desde el punto de vista de un chaval convertido en superhéroe. El equipo de guionistas consigue darle un toque  gamberro sin pasarse con aromas del "Big" (Penny Marshall / 1988) que interpretó brillantemente Tom Hanks y se las apaña para meter la cuña de la importancia de las casas de acogida, la familia y demás sin que cante demasiado. Shazam ha llegado para quedarse.

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