Ronan y Robbie son las auténticas reinas objetivas (de la actuación) en esta nueva mirada sobre las dos mujeres más poderosas del siglo XVI en la actual Gran Bretaña. La Estuardo y la Tudor quedan siempre expuestas inevitablemente a la visión subjetiva de cada historiador/a o autor/a que las aborde (en el cine John Ford en el 36 y Charles Jarrot en el 71 entre otros). En este caso la visión de la reputada directora teatral Josei Rourke se basa en el "penúltimo" trabajo sobre Maria Estuardo publicado en 2004 por el historiador británico John Guy (1949). Sin haber leído su exitoso libro: "My heart is my own: the life of Mary Queen of Scots" entiendo que Rourke sintetiza muchos de los hechos de la biografía histórica de la Estuardo, sobre todo en el tramo final de su vida, para ficcionar (nunca llegaron a conocerse las dos reinas más que a través del correo) aquello que dramáticamente da más juego en la pantalla. De hecho hasta mediados del siglo pasado con la obra de la historiadora anglo-irlandesa Antonia Fraser no se consideraba neutral ninguna de las visiones que sobre el controvertido personaje de la Tudor se tenía. Aquí parece que la de Guy es bastante condescendiente con la reina de Escocia.

Más allá de los hechos concretos, Rurke cimenta su propuesta en la indisoluble relación entre ambas monarcas, dos mujeres en un mundo convulso de hombres cuyo empoderamiento viene a cuento en nuestros días sin que por ello Rourke renuncie a sus miedos y flaquezas. Aprovecha en su notable debut en la pantalla la directora su maestría en las tablas componiendo un par de escenas "teatrales" de gran fuerza y belleza como las del asesinato del secretario privado de Maria, David Rizzio y el encuentro ficticio entre ambas soberanas que bien hubiera podido firmar Shakespeare. El presupuesto se luce en maquillajes y vestuarios siempre muy agradecido en obras de esta época y las dos horas se siguen con interés a pesar de su ritmo desigual ya sea uno católico o protestante.

P-D.: Si es cierto: canta bastante un negro en un cargo tan relevante en la corte, no había damas "exóticas" con Maria y Rizzio era italiano y no de aspecto hispano. Aclarado queda.

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