A lo mejor, y dado que esta segunda parte de la trilogía de "Sicario" ya estaba confirmada y anunciada un mes después del éxito del estreno de la primera dirigida por Villeneuve, el guionista Taylor Sheridan, consideró que no hacía falta esforzarse mucho, que ya había cumplido con el guión de la primera. El absurdo, incomprensible y disparatado guión de esta entrega se sostiene milagrosamente gracias a una puesta en escena y factura ortodoxa impecable de Stefano Collina (tercera opción para dirigirla después del propio Villeneuve y Jeremy Saulnier) apoyado en una notable fotografía de Darius Wolski y una no menos notable banda sonora de la violonchelista islandesa Hildur Guönadottir que ya había colaborado anteriormente con Johan Johansson compositor de la anterior entrega y al que está dedicada la película ya que falleció ese mismo año por sobredosis de cocaína y medicamentos.

Del Toro y Broslin salen indemnes del despropósito argumental y consiguen mantener el interés sobre sus personajes para la tercera entrega en la que esperamos que Sheridan o quien guionice tenga un poco más de respeto por la inteligencia de los sufridos espectadores.

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