El púgil de Filadelfia nos asombra nuevamente en esta segunda entrega de la saga, dónde consigue muchas cosas importantes en su vida y fracasa en otras muchas.
Rocky posee cierta fama tras haber plantado cara a Creed en su primer enfrentamiento, tiene dinero para comprarse una casa, un coche y ciertos lujos (aunque luego tendrá que prescidir de alguno de ellos por su situación económica).
Por tanto, hablamos de un Rocky que firma autógrafos que vuelve (forzado) a su realidad, al barrio de donde proviene. Su retirada del boxeo debido a la enorme páliza que le dio Apollo le hacen ganarse el apodo de Rocky gallina y el no puede vivir así. Intenta salir adelante haciendo ciertos trabajos y con Adrian trabajando nuevamente en la pajarería, pero Rocky quiere boxear, quiere la revancha con Apollo.
Entre medias, Rocky se casa con Adrian, pidiéndole matrimonio en el zoológico nevado (un clásico esa escena). A Adrian no le gusta la idea de que Rocky combata de nuevo, y no cede, y eso hace que Rocky, a pesar de haber tomado la decisión de combatir, no esté con sus sentidos puestos en ese desafío.
Tras unos meses, la pareja felizmente casada tiene un niño (no sin complicaciones), y es en ese momento cuando Adrian se da cuenta de lo importante que es para Rocky el boxeo, y le incita a pelear contra Apollo.
El entrenamiento de Rocky es memorable, incluyendo un cambio en su técnica de boxeo (para intentar lograr asestar duros golpes con la derecha, no solo con su mano zurda).