Pues llegó al fin la esperada adaptación de los Coen de la novela “True gift”, todo un clásico americano que ya conoció una memorable adaptación de Henry Hathaway con John Wayne y que se revela como uno de los films más destacables de la pasada temporada.

Se dice de “Valor de ley” que es el film menos “coeniano” de su filmografía, pero sus constantes siguen inalterables ahí: humor negro, diálogos surrealistas, personajes estrambóticos y ese toque absurdo inconfundible, marca de la casa. Especialistas en contar pequeñas-grandes historias, esta vez al adaptar el libro de Charles Portis, optan por un tono más clásico, mezclando el western tradicional con su imaginería particular, resultando uno de sus más curiosos experimentos. Cabe resaltar que no se trata de una incursión de tono crepuscular, tan en boga cada vez que se realiza un peli del oeste en los últimos años, sino de un western puro y duro, de factura aparentemente sencilla e irrefutablemente eficaz en sus resultados.

La masterclass de Bridges resulta apabullante y merecedora de todos los halagos; es especialmente recomendable verla en V.O. para percatarse con toda magnitud de la gran labor que efectúa como pistolero borracho y bravucón, en un papel a la medida de su inmenso talento interpretativo. Tanto que se come con patatas al sosete de Matt Damon cada vez que comparten plano; para mí, lo más flojo de la función con diferencia.

Es un film que gustará a los fans de los hermanos de Minnesota, de ritmo cadencioso pero firme, con puntazos hilarantes y con algunas secuencias realmente espléndidas a lo largo de todo su metraje, pero sobre todo en su genial tramo final. Quizás le falta ese toque, ese “algo más” que separa las grandes obras de las obras maestras, pero sin lugar a dudas, es uno de los films que más he disfrutado en este yermo y agonizante 2010, al que “Valor de ley” ha rematado con un tiro de (mucha) gracia.