Serie británica de cinco episodios con el único propósito de que cuando la acabes de ver te quedes absolutamente igual que al principio, con cara de congrio garrapiñado ya que la espera de la sorpresa final, trata de que no hay sorpresa.

La historia, bien entrelazada, se centra en la vida de tres familias que ocupaban la misma casa en diferentes décadas pero con el elemento común de la presencia espectral de una niña ahogada y experta en fontanería ya que no deja de abrir y cerrar grifos en toda la serie.

Este espectro intenta dar señales a las familias que habitan la casa para que hallen pistas sobre el porqué de su desgraciada muerte, ahí el intrínguli.

Pero es una serie muy lenta, de darle paciencia, le cuesta arrancar, hasta el cuarto capítulo no lo hace (por dar ánimos), la presencia de la niña fantasmagórica no aporta esos típicos sustos que tanto a nosotros nos gusta y cuando esperas el final con ansia, ese cambio de guión impresionante; te dan ganas de ahogarte con la niña en el río.

Por cierto, una charca, que me cuesta mucho creer que se pueda ahogar la niña o morir congelada sin llegar a agarrarse a algo ya que se supone que la niña cae al río dando un paso en falso, justo en el borde sin corrientes ni animales prehistóricos, por eso pienso que es el LLobregat como reza mi título, el único río que gracias a su contaminación tiene poder de succión.

Aún así, está bien montada referente a la ambientación de la época donde sitúe la acción, la historia tiene coherencia, los personajes están bien interpretados pero carece de entretenimiento y emoción.