Creo que se puede interpretar esta doble historia de pasión amorosa de varias formas. La más obvia es ver en ella un canto liberador, pues los personajes están atados por las convenciones sociales de su momento, las cuales rechazan para amar a quien quieren y no a quien deben. Otra podría ser un estudio sobre cómo las obsesiones pueden llegar a consumir a una persona hasta convertirla en una marginada. La que yo he encontrado y más me gusta es, sin embargo, un análisis sobre la inclinación de ciertas personas por sentirse desdichadas, por dar la espalda a la felicidad una y otra vez, por desarrollar una adicción al dolor.

Así es el hombre en ambas historias. Está comprometido y ante él se encuentra un pronóstico de felicidad. Y sin embargo, rehúye ese futuro perfecto y busca incesantemente la inestabilidad de una enigmática mujer que rompe tanto su mundo como su espíritu. Lo mismo se aplica a la mujer de ambas historias. Tiene el bienestar y el honor al alcance de su mano, pero parece sentirse más cómoda adentrándose en lo que está mal visto y dejándose ver haciéndolo… y cuando la cosa podría volverse estable y dejar de estar vetada, la joven pierde el interés y desaparece. El hecho de que el hombre persiga y la mujer escape es para los dos el subidón de dolor que necesitan para mantenerse vivos, en sufrimiento.

Meryl Streep y Jeremy Irons tienen buena química e interpretan con atractivo esos personajes seductores cuyos ojos esconden un brillo de locura. La ambientación victoriana está perfecta. No obstante, me parece innecesario el ejercicio de cine dentro de cine que se trae, pues por un lado rompe el hechizo de la historia del pasado y por otro los dos romances cuentan exactamente lo mismo. Yo me hubiese quedado únicamente con la Inglaterra victoriana, eliminando todo lo relacionado con los actores interpretando esos papeles en el set.