Por fin llegamos al meollo de la cuestión, el inicio del Imperio y la transformación de Anakin en Darth Vader, que al fin y al cabo era para lo que supuestamente fue creada la trilogía precuela. Viendo lo que nos cuentan en esta entrega, una cosa queda clara: no hacían falta tres películas para esto, con una llegaba de sobra y las anteriores solo sirven para cogerle tirria al personaje de Anakin y contar unos antecedentes que, bien planificados, podrían estar en la propia película. Dos horas dan para todo si no pierdes el tiempo en lucir efectos especiales y meter paja en la historia.

Lucas se retracta de errores anteriores y en vez de ir a saco es un poco más sutil: la relación de Anakin con Padme no resulta empalagosa y pesada; se puede entrever una amistad con Obi-Wan, aunque dista de ser lo esperado; y su predilección por el Emperador frente a la orden Jedi está bien construida, al manipular el primero todo y a todos a su favor, seduciendo a Anakin con promesas de poder y salvación de sus allegados, tocando las fibras adecuadas y con las palabras oportunas, mientras los Jedi dejan de lado a la joven promesa, desconfiando de él y no otorgándole el rango de maestro, sermoneando continuamente con cual es su lugar y no mandándolo a misiones de importancia. Temiendo Anakin la muerte de su mujer, en un ambiente de guerra donde los Jedi lo ignoran mientras el Emperador es el único que le hace caso a la par que alimenta su ego, aprovechando la ausencia de Obi-Wan, podemos entender los sentimientos y decisiones de Anakin.

Son una pena las limitaciones de George Lucas a la hora de dirigir, pues la idea tanto del origen del Imperio como de la transformación de Anakin es realmente buena, pero la forma de mostrarla está desorganizada y hasta puede resultar confusa. El Emperador se saca de la manga un maquiavélico plan que madura con los años, ideando una guerra civil en la cual ejerce de líder de ambos bandos, uno al público y otro en la sombra y con unos objetivos claros: emerger como el salvador que pone fin al conflicto, echar la culpa a los Jedi para eliminarlos de la ecuación y traer al ser más poderoso de la fuerza a su lado a la par que lo utiliza como resolución del plan. La forma en que manipula los hechos e implicados restulta brillante y enrevesada.

El desenlace de la trama se decide en dos batallas paralelas, la de Vader contra Obi-Wan y la de Yoda contra el Emperador. La primera es espectacular, de una gran carga dramática (no del todo explotada) y en un escenario muy atractivo. La segunda es casi vergonzosa, los dos seres supuestamente más poderosos de la galaxia se limitan a lanzarse cosas durante dos minutos y ahí se termina todo. Yoda en particular ha perdido todo su carisma en estas películas, el cambio de marioneta a personaje digital le resta mucha magia, y sus batallas son todas ridículas, pegando saltos cual rana y no ganando nunca. El mito del Jedi más sabio y poderoso se mantenía mucho mejor cuando era un muñeco que usaba bastón, y no debería haber salido de ahí.

John Williams sigue siendo el pilar fundamental en esta entrega, sin él esto se vería mucho peor. Su música te hace media película. Ewan McGregor es un gran Obi-Wan y su interpretación es la mejor junto a la de Ian McDiarmid. Hayden Christensen poco más sabe hacer que poner cara de malo, pero algo es algo y al menos está un poco mejor que en el episodio II. No se le puede pedir más...

Pese a ser la más entretenida de la trilogía y la más madura, no se libra de los defectos de sus hermanas, incluso los multiplica: sobrecarga de efectos especiales, casualidades risibles e innecesarias, e incoherencias a tutiplén con el resto de la saga.

Sigo con spoilers.