Hay que reconocerlo, lo sobresaliente aquí es el guion. La idea es original, los giros no los ver venir, no es predecible al menos durante su mayor parte, se explica sin redundancia y te sorprende. Consigue mantenerte en vilo de principio a fin.

Lo que comienza con una cruel escena que parece augurar una película con toques de violencia y una trama de drama, obsesión y/o venganza, tarda bien poco en convertirse en algo completamente distinto, una mirada al interior de personas escalofriantes, perturbadas, cuya oscura naturaleza se encuentra envuelta en mantos de lloros y sonrisas vacías que buscan atraer la atención.

Tenemos suerte de que el guion sea la parte central de una película, porque lo demás no está muy allá. Se nota el bajo presupuesto y en la segunda parte la cinta llega a caer en el tedioso aroma del telefilm, gracias sobre todo a diálogos que a lo mejor había que dar una vuelta o quitar del todo, pronunciados por personajes pobremente interpretados. Hablando de interpretaciones, destaca Alexia Rasmussen con los gestos, miradas y hasta en la forma de andar, muy adecuados a la esencia del personaje. El resto del reparto bastante inferior. Tampoco soy capaz de recordar ninguna secuencia destacable a excepción del inicio, y no cabe duda que debería haber unas cuantas. Un gran momento a la mitad de la duración que convierte la película en otra está rodado de forma torpe, no transmitiendo la tensión dramática necesaria y encima se culmina con una cámara lenta que termina de romper el clímax. Otro tanto para el final, un buen final, pero que casi llega a resultar ridículo por apresurado y, de nuevo, falta de destreza.

Tiene lo esencial, pero le falta el resto. Una pena.