Película de culto sobre samuráis muy entretenida y absorbente. Un hombre se presenta ante la casa de un respetable clan y pide morir de forma honorable. Son tiempos de paz y muchos samuráis se encuentran malviviendo en la pobreza extrema en un mundo en el que ya no son necesarios. Sin tardar y casi por sorpresa nos encontramos inmersos en un cruce de historias pasadas que esconden más de lo que parece y establecen un misterio del que aún no sabemos ni la pregunta. Aquí hay gato encerrado.

Las famosas virtudes del samurái son desmitificadas con crueldad. La trama expone el absurdo de agarrarse y honrar ideales enseñados socialmente cuando ni siquiera hay un plato de comida sobre la mesa y, lo que es peor, que eran solo apariencias superficiales desde un principio. Es una historia desgarradora, crítica y cargada de ironía.

Está rodada con maestría y consta de planos de una fuerza abrumadora. Inmejorable puesta en escena, guion e interpretaciones. Hay de todo: drama, comedia, misterio, duelos de katanas… toda una aventura a ritmo vertiginoso que curiosamente es, en su mayor parte, diálogo.

La película ha envejecido muy bien y su mensaje se puede aplicar perfectamente en la actualidad. Al fin y al cabo seguimos siendo seres cuyos valores atienden a un juego de apariencia social, los cuales desaparecen si se rasca un poco en la superficie. El mundo no ha cambiado tanto.