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Voto de Escéptico:
10
6,5
67.138
Ciencia ficción. Fantástico. Drama
En un mundo futuro, los seres humanos conviven con sofisticados robots llamados Mecas. Los sentimientos son lo único que diferencia a los hombres de las máquinas. Pero, cuando a un robot-niño llamado David se le programa para amar, los hombres no están preparados para las consecuencias, y David se encontrará solo en un extraño y peligroso mundo. (FILMAFFINITY)
28 de febrero de 2012
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es ésta una película de fácil interpretación, o por lo menos así me lo había parecido con anterioridad. Recientemente la he revisado por tercera vez, en una reposición televisiva, y por fin, pese a la superposición de historias y personajes que puede suscitar diversas lecturas, creo haber captado su genuino núcleo argumental, que es francamente descorazonador: el posible fin de la raza humana.
Esta probabilidad ya ha sido tratada en diversas películas, si bien dejando casi siempre la esperanza de que la humanidad sobrevivirá. Sólo recuerdo dos donde la extinción del género humano se plantea total: “La hora final” y “¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú”, ambas de argumento muy dispar pero con un nexo en común: el holocausto nuclear.
En I.A. este hipotético final está formulado más sutilmente: el amor, la empatía, el afecto, la generosidad, o sea, cuanto es inherente a la evolución de la humanidad, ha sido transferido por la tecnología a unos seres artificiales, los robots, con el fin de que suplan o sustituyan a los humanos en su capacidad de expresarlos.
Esta probabilidad ya ha sido tratada en diversas películas, si bien dejando casi siempre la esperanza de que la humanidad sobrevivirá. Sólo recuerdo dos donde la extinción del género humano se plantea total: “La hora final” y “¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú”, ambas de argumento muy dispar pero con un nexo en común: el holocausto nuclear.
En I.A. este hipotético final está formulado más sutilmente: el amor, la empatía, el afecto, la generosidad, o sea, cuanto es inherente a la evolución de la humanidad, ha sido transferido por la tecnología a unos seres artificiales, los robots, con el fin de que suplan o sustituyan a los humanos en su capacidad de expresarlos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Gígolo Joe actúa en este sentido, aunque de forma incompleta, toda vez que no se siente vinculado a quien complace, pero David es ya una creación más evolucionada, puesto que no sólo ofrece amor sino que desea ser correspondido, o sea, la sensibilidad humana en su forma más esencial. Esta superior empatía de los robots despierta una animosidad, como la historia ha demostrado en otros casos, que se manifiesta con el rechazo de David en particular y de los robots en general, expresado crudamente en la “Feria de la carne”, donde, ante unos espectadores que simbolizan la irracionalidad más brutal, los robots son cruelmente destruidos. La agresión del público al feriante no es por compasión, sino porque cree que ha sido timado con un niño real.
La última parte de la película es un colofón imprescindible. Extinguida la raza humana, los robots perviven en una forma más evolucionada y son capaces de reconstruir virtualmente el entorno que conoció David en sus momentos más felices y de revivir temporalmente a Mónica, su “madre”, a partir de una muestra de ADN. Pero no nos confundamos, la reconstruyen orgánicamente, pero no pueden hacer lo mismo con sus sentimientos puesto que son inmateriales, así que, habiendo “leído” la mente artificial de David, son ellos, situados alrededor de la reconstrucción virtual, quienes ponen en boca de Mónica revivida la tan anhelada expresión “te quiero”. Ellos, los únicos capaces de comprender y conceder el sentimiento de amor que tanto deseaba recibir aquel robot-niño para poder sumirse en el sueño definitivo.
En fin, una profunda reflexión filosófica, narrada con extraordinaria imaginación y técnica fílmica, además de una interpretación sobresaliente, que, más allá de la fábula de Pinocho, nos previene acerca de un amargo futuro para la humanidad si ésta margina sus valores más esenciales.
La última parte de la película es un colofón imprescindible. Extinguida la raza humana, los robots perviven en una forma más evolucionada y son capaces de reconstruir virtualmente el entorno que conoció David en sus momentos más felices y de revivir temporalmente a Mónica, su “madre”, a partir de una muestra de ADN. Pero no nos confundamos, la reconstruyen orgánicamente, pero no pueden hacer lo mismo con sus sentimientos puesto que son inmateriales, así que, habiendo “leído” la mente artificial de David, son ellos, situados alrededor de la reconstrucción virtual, quienes ponen en boca de Mónica revivida la tan anhelada expresión “te quiero”. Ellos, los únicos capaces de comprender y conceder el sentimiento de amor que tanto deseaba recibir aquel robot-niño para poder sumirse en el sueño definitivo.
En fin, una profunda reflexión filosófica, narrada con extraordinaria imaginación y técnica fílmica, además de una interpretación sobresaliente, que, más allá de la fábula de Pinocho, nos previene acerca de un amargo futuro para la humanidad si ésta margina sus valores más esenciales.