Vaya por delante que para mí el término "Spielberg menor" es un oximoron. Sin duda es uno de los pocos genios auténticos de la historia del cine, un Mozart de la narración visual que aún borracho de anís y atiborrado de Orfidales es capaz de componer planos y escenas por las que el 90% de los directores darían un brazo. Y eso es lo que pasa en The terminal: una vulgarcísima TV movie es dirigida por uno de los mejores cineastas vivos y cuenta con un repartazo de aúpa. Que me cuelguen si entiendo cómo se llegó a ello y por qué Spielberg quiso gastar un año de su vida, pero a la postre es un juego que no podía ganar. El plantamiento inicial promete con una situación digna de Kafka pero todo desemboca en una insustancial mezcla de farsa romántica y comedia ligera. Aunque Hanks y Tucci son muy grandes lo cierto es que sus personajes están escritos y desarrollados con una pereza ofensiva, y son clichés monolíticos que en otras manos hubieran sido directamente insoportables: el primero es una reencarnación eslava de Jesús de Nazareth y el segundo es un Javert victorhuguesco, auténticas caricaturas. Independientemente de que la puesta en escena es de una elegancia brutal y no llegue a aburrir la sensación de vacío te invade, de modo que sólo la recomendaría si uno quiere quedarse roque con la televisión encendida, pero con estilo.