Walter Hill acertó plenamente al presentarnos, en su forma más áspera, la despersonalización que puede producir una gran ciudad. Solo unos pocos reconocerán Los Ángeles en ese marco fantasmal por el que pululan (conducen) unos personajes sin nombre movidos como autómatas por objetivos mezquinos, equivocados o directamente inexistentes. La polémica en torno a si Drive (2011) es simplemente una copia de este retrato desesperanzado del pequeño hampa es fácilmente despachable: Winding Refn toma el punto de partida, la atmósfera urbana y los trazos principales del personaje de Ryan O'Neal, pero desarrolla una historia completamente diferente y con personalidad propia. Ésta, hija de su tiempo, en mi opinión carece de la capacidad hipnótica y de la potencia visual de la de 2011, pero es un soberbio ejercicio de cine negro, con unas persecuciones en coche magníficamente filmadas y montadas y un duelo interpretativo entre O'Neal y Dern a cara de perro, propio de un Western casi. El Cowboy, germen del futuro personaje con chaqueta de escorpión es un profesional frío, inexpresivo e inaccesible como ser humano, incapaz de generar empatía al igual que su antagonista, un policia de escasa ética cuya única motivación es la caza del hombre: señores, el duelo está servido...