Muy poca gente aparte de Gilliam y el colega Burton puede presumir de tener un estilo visual inconfundible y propio, pero eso es precisamente lo que hace que sus películas sean cada vez menos interesantes y más un vomitorio privado de obsesiones estéticas, miedos de la infancia y cosas varias que tienen en la cabeza. En este caso, y para no variar, nos enfrentamos a un trampantojo con todos los tics de Gilliam, en el que vuelve a demostrar que tiene una imaginación que no le cabe en la p* cabeza, pero que en el fondo es un cuento extraño e intrascendente que solo interesa a Gilliam. Tiene el morbo añadido de ver como resolvieron la muerte de Ledger (queda un collage de actores para un solo papel ciertamente extraño), pero al final para el común de los mortales solo queda una mera propuesta estética. Empiezo a pensar que Giliam sería un magnífico director de arte pero con lo que hace ahora no le sigo.