Esto es lo que dijo Dalí que salvaría del museo del Prado en caso de incendio, y de forma análoga, en caso de catástrofe televisiva yo me lanzaría sin dudarlo a por la agilidad de The big bang theory. Estando de acuerdo con que acaba repitiéndose y con que Sheldon acaba siendo una caricatura de sí mismo, no puede discutirse que el sentido del ritmo, la agudeza y la inteligencia de los guiones es prodigiosa. Resulta sorprendente que después de un tan largo recorrido de la sitcom estadounidense, con hitos como Frasier o Seinfeld, todavía sean capaces de llevar más allá ese modelo de capítulos frenéticos y basados en un puñado de personajes y escenarios. Las abracadabrantes tribulaciones de Sheldon Cooper (personaje que ya es parte de la historia de la TV) y de sus frikilentos amigos son un lúcido análisis de nuestra sociedad, de la cultura popular subterránea más allá de Tele 5 y, esencialmente, un entretenimiento descacharrante. En definitiva, obra maestra de la comedia y que está a años luz de cualquier producto patrio.