Es una pasable película que se queda en un “Quiero y no puedo”. Su nota es de 5 porque 5,5 no se puede poner; así que al menos aprueba holgadamente.

Tenemos en retrospectiva la vida de un hombre, la de Calvin Barr. Sus miedos, sus deseos, sus esperanzas, sus intenciones, sus secretos, en esencia la vida de cualquiera. Pero para Krzykowski, Calvin no es cualquiera, y como no lo es, quiere dotarle de la importancia que tiene. Tenemos delante al hombre que mató nada más y nada menos que a Hitler y a Bigfoot (dos por el precio de uno). Del primero poco hay que comentar, pero es que del segundo tampoco. Así que, con esta primicia Krzykowski nos introduce en parte de la historia de una vida, al menos la parte que la justifica.

El problema que tiene es que, aún con todas las buenas intenciones que se le presumen; la película no llega, no la sientes, la percibes pero lejos, como si te rozara, como si no ahondara en lo que siente su protagonista.

Hay una parte que la compras porque no te queda más remedio, pero que no te la venden, o te la venden muy mal. Y es curioso porque aunque la historia es buena, la película se tambalea.

Es como una silla a la que le faltara una pata. Se sostiene por las interpretaciones (la de Sam Elliott es magnífica); por una buena dirección, que la tiene; por una buena banda sonora y una buena fotografía; pero se cae con el guión, esta es la pata que no encaja. No está hecho para lo que está contando, como mucho está hecho para lo que está narrando, pero detrás hay algo que quiere que el espectador perciba, y el problema es que el espectador no llega a hacerlo. En cualquier caso, aunque el guión flojee en bastantes momentos todo lo que resta es suficiente para aprobar.
Resumiendo, que hay que seguir a Krzykowsky al menos como director, y no tanto como guionista.