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Voto de Juan Marey:
9
Drama. Romance Perdido en medio de una tormenta de nieve en un rocoso páramo inglés, un extranjero se topa con Cumbres Borrascosas, la lúgubre mansión del misterioso Heathcliff, un hombre tan torturado por un amor frustrado que ha perdido el deseo de vivir. Mientras la tormenta ruge en el exterior, el fatigado caminante escucha fascinado la triste historia del desesperado amor de Heathcliff y Cathy. Cuando Heathcliff volvió a buscarla, después de una ... [+]
9 de noviembre de 2014
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una conmovedora adaptación de la novela de Emily Brontë, aunque sólo abarque la mitad del libro, con una dirección sensible y unas excelentes interpretaciones en una historia de amor fuera de lo corriente en tiempos pre-Victorianos. Una película, por cierto, con una larga historia detrás de la cámara, con un director virtuoso, perfeccionista y algo cabezota, Wyler; un productor que estaba hasta en la sopa y que quería innumerables cambios y el control absoluto de la producción; un actor británico, niño bonito de los escenarios que no se recataba en mostrar todo su desprecio hacia un medio que consideraba menor, Laurence Olivier; y una actriz impuesta por el productor, Merle Oberon, que sufría las imposiciones del productor, el perfeccionismo del director que se hartaba de hacerle repetir escenas y todo el odio de su compañero de reparto… De todo este anecdotario, batiburrillo de sucesos y decisiones queda como fruto final esta maravillosa versión de “Cumbres borrascosas”.

La dirección virtuosa de Wyler con sus composiciones, emplazamientos y movimientos de cámara se conjuga con la interesante fotografía de Gregg Toland (galardonada con el Oscar, el único que se llevó la producción de entre sus numerosas nominaciones en un año mítico para la industria norteamericana) para otorgar a este filme una densidad estética significativa. La labor de Toland y Wyler se complementa con la magnífica dirección artística de James Basevi quien combina unos decorados interiores magníficos con unos exteriores que si bien parecen pobres dotan al filme de una atmósfera decadente, metáfora de la soledad interior con la que viven los personajes. De nuevo Wyler consigue plantear un melodrama que sigue la corriente de las adaptaciones literarias de la época y al que confiere un envoltorio visual espléndido a través de su demostrada habilidad en posicionar y mover la cámara, además de su extraordinaria capacidad técnica.

Una emocionante película que uno no debe perderse.
Juan Marey
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