Una combinación muy singular de comedia y drama sobre el filosófico Dr. Grant, un médico singular con unos métodos singulares, le interesa no sólo curar la enfermedad a través de la ciencia sino tratar a las personas enfermas en su totalidad, indagar en lo que les pasa por dentro, entender sus vidas, escucharlos. Pensar que alguien así puede existir sería soñar despierto y sin embargo, y tal y como dice la película al principio en sus títulos de crédito, “un médico así, sino existe, debería existir”. Seguramente esta es la mejor impresión que uno puede sacar de la película, lo cual no es poco, y evidentemente esta impresión gana enteros debido a la extraordinaria interpretación de Cary Grant, quien le confiere la credibilidad necesaria a su personaje.

Por lo que se refiere al resto del reparto destacar a un maravilloso Finlay Currie, el silencioso, enigmático y extraño señor Shunderson, un personaje que puede ser siniestro pero a la vez despertar una infinita ternura. Después tenemos al frío, gris y desalmado profesor Rodney Elwell (con otro secundario de oro, Hume Cronyn) al que le corroe la envidia y se dedica a investigar el pasado de nuestro querido doctor Praetorius y de paso de su extraño acompañante, nuestro admirado Shunderson. En la vertiente femenina tenemos a Jeanne Crain, la paciente favorita de nuestro amado Doctor y futura esposa, quien desmerece un poco al lado de Grant, ya que seguramente no consigue estar a su altura, pero claro, estar a la altura de Cary Grant son palabras mayores.

“Murmullos en la ciudad”, una de esas películas que seguramente no son redondas pero que sabes que no te importaría volver a verlas porque hay buenos diálogos y buenos personajes a los que tratan con cariño y sobre todo mucha humanidad. Por cierto, una película que deberían ver todos aquellos que tengan algo que ver con el mundo de la medicina y más concretamente los médicos.