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Voto de Juan Marey:
9
Aventuras El Duque Urbis, alias "El Halcón", ha secuestrado a la mujer y al hijo de Dardo (Burt Lancaster). Este noble ejerce, en nombre del emperador, una auténtica tiranía sobre los habitantes de los pueblos de Lombardía. Para vengarse de él, Dardo secuestra a su sobrina. (FILMAFFINITY)
6 de marzo de 2016
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Verdadero clásico del cine de aventuras, que consigue el milagro de sorprender y satisfacer en cada nueva visión. Burt Lancaster, productor de la película, con su sonrisa maravillosa y blanquísima, su cuerpo de atleta y sus ojos melancólicos, supo construir un vehículo a mayor gloria de sí mismo y, al mismo tiempo, contratar a uno de los directores con mayor sentido visual (y sonoro) de la historia del cine para que construyera esta joya del cine de los años cincuenta, con fenomenales decorados de Lyle B. Reifsnider y no menos fenomenal fotografía de todo un icono de aquellos tiempos, el operador Ernest Haller, capaz de entender a la perfección la indescriptible sensibilidad de Tourneur con los colores y los espacios, su sentido del ritmo interno con la cámara, su necesidad de convertir una película más de acción en una obra de arte pictórica, humana, transgresora, rebelde.

“El Halcón y La Flecha” es un logrado ejemplo de lo que tiene que ser una buena película de aventuras ubicadas en la época medieval: confrontación clásica entre el bien y el mal, el tipo heroico pero humano en lucha con un poderoso malvado poseedor de extensas tierras pobladas con descontentos vasallos, la chica guapa que partiendo de una posición contraria hará todo por ayudarle en su idealista empresa, una adecuada partitura que armonice las emociones, y una historia sencilla pero con múltiples recovecos que mantenga la animosidad e interés del espectador junto a la añadidura de dosis humor, romanticismo y frenética acción… Hay grandes combates a espada (el que transcurre entre las sombras, absolutamente magistral en su planificación, en el sonido y en el guión), y grandes persecuciones, y grandes peleas, además de, claro, grandes momentos circenses, pues Lancaster y Cravat fueron compañeros circenses y aquí reverdecen antiguas glorias. Hay mucho aquí del estilo aventurero de Gene Kelly, potenciado hacia los malabarismos reales que dejan con la boca abierta, y con Tourneur entregado a ellos con delirio juvenil. Pero Tourneur es capaz de extraer de cada paisaje, de cada encuadre, de cada mixtura de colores, una emoción profunda, que se instala en la retina y te hace caer embobado de su buen gusto, de su pericia visual inimitable, que convierte el flamear de una llama en un puro deleite.

Cine para ver una y mil veces y no cansarse, uno de estos films, cada día más escasos, que consiguen retrotraernos a nuestra añorada infancia. Si existe una estirpe gloriosa en el cada vez más devaluado cine de aventuras, no cabe duda de que esta maravilla se encuentra en un lugar privilegiado. No os la perdáis, os dejará sin aliento.
Juan Marey
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