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Voto de Juan Marey:
8
Cine negro. Thriller El pequeño Tommy Woodry es un niño de nueve años muy aficionado a contar mentiras, así que el día en que es testigo del asesinato que cometen sus vecinos nadie le cree, excepto los asesinos, que a partir de ese momento intentarán deshacerse de él. (FILMAFFINITY)
18 de noviembre de 2018
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película muy bien dirigida por Ted Tetzlaff, un gran fotógrafo que utiliza aquí (con la ayuda de William Steiner) claves expresionistas para otorgar una dimensión penetrante en sus emociones a este excelente retrato de perversas intrahistorias delictivas urbanas acontecidas en un barrio obrero de la ciudad de Nueva York y contempladas por la mirada inocente, fantasiosa, de un joven muchacho. Ted Tetzlaff demostró con “La ventana” (The window, 1949) ser sin duda mucho más que el excelente director de fotografía de títulos como “Me casé con una bruja” (I married a witch, René Clair, 1942) o “Encadenados” (Notorious, Alfred Hitchcock, 1946).

Evidentemente, lo que más destaca de esta adaptación de un relato de suspense de Cornell Woolrich es la puesta en escena, un prodigio de atmósfera expresionista de ambiente preferentemente nocturno y amenazador sacudida por los tonos y formas del cine negro, mezcla típica de los productos RKO de los cuarenta. Pero Tetzlaff consigue darle algo más que su enorme talento visual. El guión traslada fenomenalmente a imágenes punto por punto la infalible fórmula hitchcockiana para la intriga y el suspense, es decir, la introducción de un inocente en una situación de riesgo para su vida derivada de una amenaza criminal en la que se ve envuelto por casualidad. Pero Woolrich, Tetzlaff y el guionista, Mel Dinelli, dotan a la historia de un matiz añadido, de un extra que acerca igualmente la película tanto a Hitchcock como a “La noche del cazador” (The night of the hunter, 1955) de Charles Laughton. El inocente cuya vida está en juego es un niño de nueve años, y el riesgo proviene, precisamente, de su gusto por las fantasías, de su necesidad de vivirlas y creerlas para superar la desencantada vida en el seno de una familia humilde de un barrio pobre de una gran ciudad.

En apenas 73 minutos, Tetzlaff ofrece una pequeña obra maestra de la tensión y el suspense. El tempo narrativo utilizado nos mete de lleno en acción en los primeros minutos sin que nos suelte ya hasta el epílogo final. La atmósfera es constantemente lóbrega, turbadora, con las escaleras de la casa en eterna penumbra y las calles, deprimidas y calladas por los ecos de las apreturas económicas, son espacios desiertos, desolados, en los que los pasos retumban y las amenazas aguardan tras cada esquina, en las que únicamente algún taxi perdido y algún que otro policía que patrulla a pie son las únicas señales de presencia humana. De día es distinto, el bullicio de la ciudad, de los mercados, del tráfico, de la gente yendo y viniendo no es más que el prólogo de las pesadillas, de los temores, que amenazan a Tommy cuando cae el sol.

Bobby Driscoll, prestado por la Disney para la ocasión, compone una interpretación soberbia, completamente alejada de las típicas ñoñerías repelentes propias de sus trabajos infantiles; Arthur Kennedy está magnífico como padre amoroso, comprensivo y un tanto sobrepasado por las circunstancias; Barbara Hale representa a la perfección la abnegación y el trabajo sin recompensa, posee en la cara las huellas de los sueños incumplidos. Para terminar tenemos a los malos malísimos de la función, unos estupendos Ruth Roman y Paul Stewart que muestran en cada fotograma toda su desesperación, sin duda, la que les llevó a cometer el crimen.

Toda una pequeña gema del cine de suspense, una película más que recomendable para pasar una hora y cuarto de emoción, tensión e intriga.
Juan Marey
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