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Voto de Juan Marey:
9
Drama. Romance Año 1849, en Nueva York. Catherine Sloper, una rica heredera, tímida, inocente, poco agraciada y no muy joven, es pretendida por un apuesto joven. Ella se enamora de él apasionadamente, pero su cruel y despótico padre se opone a la boda y amenaza con desheredarla. Adaptación de la novela de Henry James "Washington Square". (FILMAFFINITY)
1 de junio de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
“La heredera” es uno de los grandes melodramas de William Wyler, lo filmó en 1949 a partir de una excelente adaptación de la novela de Henry James “Washington Square”, y es la historia de una pasión insatisfecha destruida por las convenciones sociales, los equívocos y la imposible reconciliación entre mundos e intereses distintos. Olivia de Havilland obtuvo el Oscar por su interpretación de Catherine Sloper, una chica sobre la que pesa la sombra de una idealizada madre muerta, imposible modelo a la que es confrontada una y otra vez por el Doctor Sloper, un personaje encarnado de manera absolutamente magistral por Ralph Richardson. Monti Clift da vida al arribista ambicioso que intenta llevarse al huerto a la señorita Sloper y Miriam Hopkins a la tía Lavinia, una figura simpática que tiene como misión permitir que los otros puedan expresar en alta voz sus sentimientos.

La película ha sido acusada de academicista, como toda la obra de Wyler, ese alsaciano que aportó elegancia y sobriedad a Hollywood, es un reproche injusto pero comprensible hoy. Wyler cree en sus personajes, en los conflictos que muestran, en el drama psicológico, en el dolor de los amores expresados de manera inconveniente, no es un director que quiera presumir de ser el más astuto, que sus criaturas no necesitan guiñarle el ojo al espectador, decirnos que él está de vuelta de todas esas tonterías, se toma en serio lo que hace, cree que el espacio en el que está organizada la casa de los Sloper tiene una dimensión simbólica, que la escalera juega un papel, que la secuencia del baile sirve para exponer el movimiento de los sentimientos, que el movimiento de la cámara que acompaña a una de las irrupciones de Clift en la mansión de los Sloper expresa mejor que cualquier palabra la idea de toma de posesión. En Wyler todo significa, nada es arbitrario, todo es inteligente y nada está contado en segundo e en tercer grado, aunque todo pueda tener varias lecturas, no es un cineasta postmoderno, si no simplemente un gran cineasta.
Juan Marey
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