Tras un accidente, la cara de Christiane, hija de un brillante y desquiciado cirujano, está completamente desfigurada. Ayudado por una gélida y enigmática ayudante, Louise (soberbia Alida Valli), su padre intentará reconstruir su rostro mediante el expeditivo método de secuestrar y asesinar a jóvenes para arrancarles la piel y trasplantarla posteriormente a Christiane.

Una de las obras maestras más demoledoras y hermosas que ha dado el fantástico europeo. Hábil híbrido entre el cine de suspense a la manera de Hitchcock y el género de terror protagonizado por científicos desequilibrados, una película tremendamente elegante, en la que lo que inquieta y, en cierta manera, asusta es la frialdad con que se lleva a cabo la crueldad, una película de terror con una atmósfera especial, enfermiza, pero también llena de un lirismo extraño y subyugador. Una extraordinaria historia llena de paranoia y obsesión, la de un padre que quiere redimir su dolor, recuperando el rostro de su hija y la de una hija que vaga como un fantasma perdida en medio de la nada, con su máscara de porcelana tan delicada como terrible.

Rodada en un elegante y sombrío blanco y negro, cuenta con una magistral fotografía de estética expresionista, en donde abundan los claroscuros, con una ambientación llena de lugares sombríos, opresivos y claustrofóbicos, con una atmósfera muy siniestra, perturbadora, desasosegante, llena de sombras, de reflejos. Ayuda también mucho la banda sonora de Maurice Jarre, la cual nos aporta un macabro acompañamiento, llena de emoción, terror y pesadilla.