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Voto de Juan Marey:
8
Acción. Intriga Frank Bullit es Teniente de la policía de San Francisco. Un ambicioso político le encarga que proteja a un testigo protegido al que persigue el Sindicato del Crimen de Chicago. A pesar de que Bullit toma todas las precauciones posibles, no puede evitar que sea asesinado. A partir de ese momento, se empeñará en investigar minuciosamente el caso, que es bastante más complejo de lo que parecía a primera vista. (FILMAFFINITY)
20 de septiembre de 2015
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
A finales de los años 60 surgió un nuevo cine policíaco cuyo impacto estético, conceptual y narrativo se revela, con la perspectiva histórica, incalculable; en 1967 veía el estreno prácticamente simultáneo de un terceto mágico: John Boorman viajaba a los Estados Unidos para rodar “A quemarropa”, el francés Jean-Pierre Melville llegaba a su máxima depuración con la fantástica “El silencio de un hombre”, y en Japón el peculiar Seijun Suzuki rompía todos los esquemas del género con “Branded to Kill”, sin la presencia y la influencia de estos tres filmes, “Bullit”, no existiría o, en todo caso, no sería tal y como la conocemos.

Para dirigir la cinta se convoca a un joven talento británico que había llamado la atención con una trepidante recreación del asalto al tren-correo de Glasgow en “El gran robo” (1967) y que se había curtido en televisión y en segundas unidades: Peter Yates. Yates nos ofrece una película abrumadoramente lacónica, no hay muchos diálogos, y los que hay son breves, a lo sumo un puñado de frases, es cierto que la trama tampoco es demasiado densa, pero ello contribuye a generar una excelente atmósfera. Está filmada de modo realista, por momentos parece un documental, y cuenta con la baza impagable de un actor en estado de gracia, Steve McQueen, es sorprendente lo que hace McQueen con tan poco diálogo, un auténtico modelo de actuación, utilizando gestos totalmente naturales y una actitud silenciosa, inteligente y desconfiada; fantástico McQueen en la recreación de ese policía individualista, ajeno a las normas y alérgico a la autoridad, insobornable y con una ética a prueba de balas. Es obvio que el filme no sería lo mismo con otro actor; lo de McQueen es realmente subliminal.

Una estupenda película que rebosa autenticidad y que a casi cincuenta años de su filmación, no ha perdido en absoluto vigencia.
Juan Marey
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