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Voto de Juan Marey:
9
Drama Un samurái pide permiso para practicarse el Seppuku (o Harakiri), ceremonia durante la cual se quitará la vida abriéndose el estómago al tiempo que otro samurái lo decapitará. Solicita también poder contar la historia que le ha llevado a tomar tan trágica decisión. (FILMAFFINITY)
21 de diciembre de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
A lo largo de la historia del séptimo arte han aparecido numerosos autores que se han servido del lenguaje cinematográfico para criticar abiertamente al poder establecido, voces independientes que se alzaron contra la tiranía del fascismo y la impostura del capitalismo sin abandonarse a la fe comunista o socialista, entre todos ellos destaca el olvidado (y en concreto en España, ignorado) director japonés Masaki Kobayashi. Kobayashi fue uno de los cineastas de la Generación de la Posguerra de su país de los años cincuenta y sesenta y como tantos otros creadores ha sido uno de esos inmensos olvidados de occidente, de su filmografía sin duda hay que destacar dos extraordinarias películas: la genial "Harakiri", una de las mejores películas de samuráis de la historia y la maravillosa y fascinante "La condición humana", soberbia trilogía antibelicista.

En "Harakiri" se narra la historia de Tsugumo, un viejo ronin (samurai sin dueño y sin clan) pobre y caído en desgracia (impresionante interpretación de Tatsuya Nakadai) que acude a la casa de un Clan a pedir ayuda para practicarse el “seppuku”, el suicidio ritual japonés. Su deseo es concedido, pero antes pide permiso para contar una historia, la suya propia, una historia que destapa todo el horror de un mundo injusto y en plena decadencia. Poco a poco, lo que parecía una trama simple, se va desmadejando y abriendo en una complicadísima historia que atrapa al espectador irremisiblemente hasta su apoteósico desenlace.

Ambientándola en el pasado lejano de su país, Kobayashi realiza en "Harakiri" un brutal ataque a la moral y a las tradiciones japonesas de antaño que, en su momento, todavía seguían vigentes (muchas de ellas fueron, según algunos autores, las causas de hechos tan terribles como la misma Segunda Guerra Mundial en Asia). De estructura compleja repleta de flash-backs, pausada y serena y a la vez cargada de tensión e intensidad en cada uno de sus planos, es una de las más hermosas y perfectas películas del cine japonés, un espectáculo visual y narrativo sin fisuras a lo largo de sus más de dos horas y cuarto y repleto de imágenes para el recuerdo. Protagonizada de manera soberbia por el gran Tatsuya Nakadai, es una película fantástica, una de las obras de samuráis más injustamente olvidadas, pero una de las más grandes de la historia del séptimo arte.
Juan Marey
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